Resumen del pensamiento del
pensador francés Jean-François Revel. A valorar su independencia personal –característica
de la sabiduría, el valor y la justicia- y su defensa de ideas poco seguidas en
su tiempo, criticadas, pero más adelante reconocidas, por muchos o la mayoría,
como las correctas. Entre ellas su oposición al comunismo, su denuncia de la
justificación o indiferencia de los crímenes de los regímenes comunistas o de
los desaciertos en sus gestiones políticas y económicas. Su defensa del
liberalismo, entendido como la defensa radical de la libertad individual, no
como la simple defensa de la liberta de mercado. Su convencimiento de que un
nivel elevado de cultura hace posible un mayor nivel de libertad. Su oposición
drástica contra los nacionalismos, mentalidad incompatible con la libertad y el
concepto humanista de la vida humana.
Así como Vargas Llosa agradece al
autor del libro que valora (Philippe Boulanger), hay que agradecerle a él estos
artículos en que nos resume las ideas de pensadores como Revel.
Leyendo el artículo de Vargas
Llosa he pensado en autores con los que he encontrado coincidencias, en algún
caso, muy evidentes, como es el caso de Montesquieu, J. Stuart Mill, Camus,
entre otros.
Un pensador para el siglo XXI
El periodismo que practicó Jean-François Revel significaba claridad y
verdad, poner las ideas al alcance del lector profano, pero sin trivializarlas
y manteniendo el rigor, la elegancia y la originalidad
La obra de Jean-François Revel
(1924-2006) no consiste solo en los veintiséis libros que escribió y que,
además de la política, abarcan muchos géneros de su enciclopédica cultura:
filosofía, arte, historia, literatura, información, gastronomía. También en los
centenares de artículos que publicó en revistas como L’Express, Le Point
y Commentaire y que, al igual que en los casos de un George Orwell o un
José Ortega y Gasset, son textos neurálgicos de su reflexión intelectual.
Porque Revel, aunque había tenido una formación académica de alto nivel
—Escuela Normal Superior, donde fue discípulo de Louis Althusser, y agregación—
renunció a la carrera universitaria después de haber enseñado en México y en
Italia, para dedicarse al periodismo, que alcanzó en Francia, gracias a él, la
brillantez que tuvo antes en Gran Bretaña y España gracias a los autores de Cazando
un elefante y La deshumanización del arte.
¿Por qué lo hizo? Yo creo que
para llegar a un público más amplio que el del ámbito universitario y, acaso,
sobre todo, para no verse arrastrado al oscurantismo retórico, aquella forma de
logomaquia vanidosa y mentirosa que zahirió con tanta valentía como exactitud
en algunos filósofos de su tiempo en el segundo de sus libros, Pourquoi des
philosophes? (1957). El periodismo que él practicó significaba claridad y
verdad, poner las ideas al alcance del lector profano, pero sin trivializarlas,
manteniendo el rigor a la vez que la elegancia y la originalidad de los buenos
textos literarios. Sin embargo, el periodismo significa también dispersión y
fugacidad; tal vez por ello, hasta ahora, salvo esporádicos empeños como el de
Pierre Boncenne (Pour Jean-François Revel, 2006) nadie había intentado
presentar de una manera sistemática y completa el pensamiento político de Revel
y lo que significa en el contexto de nuestra época.
El profesor Philippe Boulanger
acaba de hacerlo, de manera soberbia, con un ensayo que, gracias a una
investigación exhaustiva de sus libros, sus artículos y su correspondencia y
archivos depositados en la Biblioteca Nacional de París, presenta una visión de
conjunto, coherente y minuciosa, del pensamiento político de Revel con el telón
de fondo de los grandes debates, crisis nacionales e internacionales,
conflictos ideológicos, la guerra fría y el desplome del comunismo, ocurridos
durante la vida del pensador francés: Jean-François Revel. La démocratie
libérale à l'épreuve du XXe siècle .
Sostuvo buena parte de su vida
que el verdadero socialismo era inseparable del liberalismo
En su intenso rastreo, Philippe
Boulanger muestra, ante todo, que las ideas de Revel sobre el quehacer político
se forjaron siempre a partir de un cotejo constante de pensamiento y realidad,
confrontando sin descanso los hechos comprobables de la historia vivida y las
interpretaciones ideológicas, adaptando éstas a aquella y no acomodando los
hechos a ideas o esquemas abstractos preconcebidos, como hacía el marxismo.
Esto fue distanciando cada vez más a Revel de un tipo de socialismo que, a su
juicio, distorsionaba la historia para que justificara una ideología que una
lectura objetiva de la realidad desmentía. Pero, y sobre esto Boulanger
presenta pruebas incontrovertibles, Revel sostuvo buena parte de su vida que el
verdadero socialismo era inseparable del liberalismo, y que el pecado capital
del socialismo francés era haberlo olvidado, sometiéndose al marxismo y
sirviendo de remolque al comunismo. De ahí, una de sus tesis más atrevidas: que
el comunismo era el obstáculo mayor que tenía el socialismo francés para
reformar profundamente a Francia y hacer de ella una sociedad más libre al
mismo tiempo que más justa. Y de ahí, también, su simpatía por el socialismo
sueco y por la socialdemocracia alemana que, a diferencia del socialismo
francés, nunca tuvieron complejos de inferioridad frente al comunismo a la hora
de defender la democracia “burguesa”.
Reivindicar el liberalismo en
Francia, en la época que lo hicieron Jean-François Revel o Raymond Aron, no
sólo era ir contra la corriente, sino querellarse al mismo tiempo con la
izquierda y una derecha conservadora, populista y autoritaria representada por
la Quinta República y el Gobierno del general De Gaulle. Pero esa orfandad no
intimidó nunca a Revel, polemista y panfletario a lo Voltaire, que, a lo largo
de toda su vida, opuso a los estereotipos en que querían encasillarlo,
lapidarias respuestas que, de un lado, desvelaban la naturaleza caudillista y
anti democrática del régimen impuesto por De Gaulle, y, de otro, denunciaban la
dependencia del comunismo francés de la Unión Soviética y la ceguera o cobardía
de sus “compañeros de viaje” socialistas y progresistas que se negaban a
reconocer la existencia del Gulag pese a los abrumadores testimonios que
llegaban a Occidente de los disidentes y el fracaso calamitoso de la economía
dirigida y estatizada de la Unión Soviética y China Popular para elevar los
niveles de vida de la población y la desaparición de todas las libertades que
implicaba la llamada dictadura del proletariado y la abolición de la propiedad
privada.
El libro de Boulanger muestra,
también, que el liberalismo de Revel no incurría en la perversión economicista
de ciertos economistas supuestamente liberales, malos aprendices de Hayek,
logaritmos vivientes, para quienes el libre mercado es la panacea que resuelve
todos los problemas sociales. Revel fue, en esto, contundente: para un liberal
la libertad política y la libertad económica son indivisibles, la una garantiza
la coexistencia pacífica y los derechos humanos, y la otra trae desarrollo
económico, crea empleo y respeta la soberanía individual. Al mismo tiempo, una
sociedad no alcanza nunca la plena libertad sin una rica vida cultural, en la
que se puedan manifestar sin presiones ni dirigismos oficiales la creatividad
artística e intelectual y el espíritu crítico. Para ello es indispensable una
educación de alto nivel, privada y pública, pues ella crea la igualdad de
oportunidades, esencial para que una sociedad libre sea también una sociedad
equitativa, digna y genuinamente democrática.
Fue siempre un enemigo declarado
de toda forma de nacionalismo, defensor de una Europa unida
Revel fue siempre un enemigo
declarado de toda forma de nacionalismo, un promotor de un gobierno
supranacional, un defensor de una Europa unida y abierta al resto del mundo, un
defensor de la lenta disolución de las fronteras a través de los intercambios
comerciales y culturales, y alguien a quien su espíritu curioso llevó a
interesarse por otras culturas, otras lenguas —dominaba cinco— y uno de los
mejores conocedores de la realidad de América Latina, sobre la que escribió
iluminadores ensayos, refutando a sus ingenuos compatriotas que se empeñaban en
ver, como un modelo de revolución democrática, el castrismo y las fantasías
guevaristas de erupcionar el mundo creando “dos, tres, Vietnam”.
Aunque la política le apasionaba,
estaba convencido de que ella no debía absorber toda una vida. En todo caso,
ella no agotaba su inquietud múltiple, su pasión por conocer, lo que hacía de
él un heredero directo de la gran tradición humanista occidental. Escribió una historia
de la filosofía, sobre todo centrada en los pensadores griegos y latinos, y en
los renacentistas, para lectores profanos, que se lee con el interés de un
libro de aventuras, y ensayos sutiles y polémicos sobre Proust, sobre
Descartes, y, sobre gastronomía, Un festin en paroles, en el que mostró,
sin embarazo alguno, además de su ironía y buen humor, su pasión por la buena
mesa y las buenas bebidas.
Tenemos que agradecerle a
Philippe Boulanger el enorme trabajo que debe haber significado para él escribir
esta formidable biografía intelectual y política de Jean-François Revel. Ha
sido un acto de justicia con uno de los pensadores más agudos y actuales, uno
de los mejores continuadores de Tocqueville, y, a la vez, uno de los más
injustamente marginados en un país en el que, pese a todas las frustraciones y
fracasos que le ha significado aferrarse a la tradición anacrónica del Estado
fuerte, grande e intervencionista, que han compartido tanto la izquierda como
la derecha, la lección de Revel ha sido desoída y negada. Ya no será posible
seguirlo desconociendo después de este admirable reconocimiento de Philippe
Boulanger, que ha demostrado la riqueza, profundidad y actualidad de sus ideas.
Mario Vargas Llosa El País 16.3.2014
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