En el siguiente artículo A. Cortina defiende la necesidad de la presencia
de una materia como la Ética en el programa de estudios de los alumnos de la
enseñanza media. Comparto sus ideas. Es llamativo como la presencia de
la Filosofía (o algunas de sus expresiones,
como la de la Ética) en los estudios de la enseñanza media , vuelve a estar en peligro.
Ética en la escuela
Formar
ciudadanos responsables es el único modo de contar con buenos profesionales
Dicen algunos expertos en estos
temas que las gentes formulamos juicios morales por intuición, que no tenemos
razones y argumentos para defenderlos, sino que tomamos posiciones en un
sentido u otro movidos por nuestras emociones. Tratan de comprobarlo, por
ejemplo, con lo que llaman “males sin daño”, como es el caso de una persona que
promete a su madre moribunda llevarle flores al cementerio si muere y, una vez
muerta, no cumple su promesa. ¿Ha obrado moralmente mal? La madre no sufre
ningún daño y, sin embargo, la mayoría de la gente está convencida de que está
mal obrar así, pero no saben por qué. Y esta es la conclusión que sacan los expertos
en cuestión: las gentes asumimos unas posiciones morales u otras sin saber por
qué lo hacemos, nos faltan razones para apoyarlas. Cuando lo bien cierto es que
en nuestras tradiciones éticas podemos espigar razones más que suficientes para
optar por unas u otras, aunque se trate de cuestiones nuevas. Conocer esas
tradiciones y aprender a discernir entre ellas es, pues, de primera necesidad
para asumir actitudes morales responsablemente, para poder dialogar con otros
sobre problemas éticos y para innovar.
Esto no se consigue en un día,
por arte de birlibirloque, sino que requiere estudio, reflexión, diálogo
abierto. Ese era el propósito de una asignatura, presente en el currículum de
4º de la Enseñanza Secundaria Obligatoria desde hace casi un par de décadas. Se
llamó primero Ética. La vida moral y la reflexión ética, ahora lleva el
nombre de Educación ético-cívica, y en su honor hay que decir que ha
permanecido en su lugar a través de los cambios políticos. Sólo antes de que
naciera se planteó el problema de si la ética era una alternativa a la
religión, o si más bien era común a todos los alumnos, mientras que la religión
quedaba como optativa. Afortunadamente, esta segunda fue la solución, y desde
entonces ningún grupo social y ningún partido político han puesto en cuestión
su presencia en la escuela.
Es lamentable, pues, que
desaparezca en el Anteproyecto de ley orgánica para la mejora de la calidad
educativa, cuando la calidad debería consistir sobre todo en formar
personas y ciudadanos capaces de asumir personalmente sus vidas desde los
valores morales que tengan razones para preferir, no solo en que los alumnos
adquieran competencias y conocimientos para posicionarse en el mundo económico.
Si se trata de “lograr resultados”, como dice a menudo el anteproyecto, ayudar
a formar una ciudadanía responsable es un resultado óptimo y además es el único
modo de contar con buenos profesionales.
Un buen profesional no es el
simple técnico, el que domina técnicas sin cuento, sino el que, dominándolas,
sabe ponerlas al servicio de las metas y los valores de su profesión, un asunto
que hay que tratar desde la reflexión y el compromiso éticos. Justamente la
crisis ha sacado a la luz, entre otras cosas, la falta de profesionalidad en
una ingente cantidad de decisiones, el exceso de profesionales que utilizaron
técnicas como las financieras en contra de las metas de la profesión, en contra
de los clientes que habían confiado en ellos.
En un sentido semejante se
pronuncia el economista Jeffrey Sachs al afirmar al comienzo de su último
libro, El precio de la civilización, que “bajo la crisis económica
americana subyace una crisis moral: la élite económica cada vez tiene menos
espíritu cívico”. Y lleva razón, nos está fallando la ética, esa dimensión
humana que no solo es indispensable por su valor interno, sino también porque
ayuda a que funcionen mejor la economía, la política y el conjunto de la vida
social. Hace falta, pues, en la educación una asignatura que se ocupe
específicamente de reflexionar sobre los problemas morales, conocer las
propuestas que nuestras tradiciones éticas han aventurado, y argumentar y
razonar sobre ellas para acostumbrarse a adoptar puntos de vista
responsablemente.
Claro que una modesta asignatura
no basta, que no es la píldora de Benito que resuelve todos los problemas, pero
una sociedad demuestra que una materia le parece indispensable para formar
buenos ciudadanos y buenos profesionales cuando le asigna un puesto claro en el
currículum educativo, no cuando la diluye en una supuesta “transversalidad”,
que es sinónimo de desaparición. Y más si ese puesto es el que ahora tiene, 4º
de la ESO, un momento crucial en el proceso educativo.
Una sociedad no puede renunciar a
transmitir en la escuela su legado ético con toda claridad para que cada quien
elija razonablemente su perspectiva, porque es desde ella desde la que podemos
juzgar con razones sobre la legitimidad de los desahucios en determinadas
ocasiones, sobre la obligación perentoria de cumplir los objetivos de
desarrollo del milenio, sobre la injusticia de que las consecuencias de las
crisis las paguen los que no tuvieron parte en que se produjeran, sobre la
urgencia de generar acuerdos en nuestro país para evitar una catástrofe, sobre
la indecencia de dejar en la cuneta a los dependientes y vulnerables. Es desde
esa dimensión de todo ser humano llamada vida moral desde la que se decide todo
lo demás, una dimensión que es personal e intransferible, pero tiene que ser
también razonable.
Adela Cortina es catedrática
de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y miembro de la
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
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