Uno de los temas de investigación en el ámbito de la
Ética y de la Psicología es el de los dilemas morales. En el artículo que
podemos leer a continuación se nos presenta un caso concreto de dilema moral :
¿qué hacer en una situación concreta en la que podemos optar por dos decisiones
siendo las dos aparentemente aceptables aunque elegir una significa descartar
la otra?. Es un buen artículo para reflexionar sobre lo que es la Ética, sobre lo
que son los valores morales y los dilemas morales. Podemos aprovechar también
para recordar la teoría de Lawrence
Kohlberg sobre el desarrollo moral.
El valor de un gesto. ¿Solo la victoria cuenta? ¿Estamos seguros?
En La
soledad del corredor de fondo, la novela y la película, el protagonista, un
chaval de un reformatorio, un fenómeno del campo a través, se deja ganar en un
cross por el representante de un colegio pijo. Lo hace como gesto de rebeldía,
de libertad, para fastidiar a su carcelero-entrenador-profesor. Una acción
hermosa que, dicen los entendidos en atletismo, es puramente peliculera,
imposible en la vida real, añaden, pues un atleta, uno bueno, nunca se dejaría
ganar.
Quizás la
vida real ya no es lo que era. O el cross. Pero no el valor, o la rebeldía. O
la necesidad de los gestos valientes, hermosos, esperanzadores.
Hace un par
de semanas, el 2 de diciembre, Iván Fernández Anaya, atleta vitoriano de 24
años, se negó a ganar el cross de Burlada, en Navarra. “No merecía ganarlo.
Hice lo que tenía que hacer”, dice Fernández Anaya, quien, cuando iba segundo,
bastante distanciado del primero, en la última recta de la carrera, observó
cómo el seguro ganador, el keniano Abel Mutai (un muy buen atleta: medallista
de bronce en los 3.000 metros obstáculos de los Juegos de Londres) se
equivocaba de línea de meta y se paraba una decena de metros antes de la
pancarta. Fernández Anaya le alcanzó con rapidez, pero en vez de aprovechar la
situación para acelerar y ganar, se quedó a su espalda y con gestos y casi
empujándole le llevó hasta la meta, dejándole pasar por delante. “Él era el
justo vencedor. Me sacaba una distancia que ya no podía haber superado si no se
equivoca. Desde que vi que se paraba sabía que no iba a pasarle”.
A Fernández
Anaya, que estudia un módulo de FP pues no piensa que en el futuro se pueda
vivir del atletismo, le entrena en Vitoria Martín Fiz. Lo hace en el mismo
lugar, el Prado, en la misma senda física que no filosófica, en la que el
famoso vitoriano sumó kilómetros y kilómetros para llegar a proclamarse campeón
de Europa y del mundo de maratón. “Fue un gesto de honradez muy bueno”, dice
Fiz. “Un gesto de los que ya no se hacen. Mejor dicho, un gesto de los que
nunca se han hecho. Un gesto que yo mismo no habría tenido. Yo sí que me habría
aprovechado para ganar”.
Cuenta Fiz
que el detalle honra a su pupilo. “El
gesto le ha hecho ser mejor persona pero no mejor atleta. Ha desaprovechado una
ocasión. Ganar te hace siempre más atleta. Se sale siempre a ganar. Hay que
salir a ganar”, dice Fiz, quien recuerda cómo en el Mundial del 97 en Atenas él fue
tirando todo el maratón y no pudo despegar a Abel Antón, quien en los
últimos metros le atacó y le ganó con facilidad después de haberse aprovechado
de su trabajo. “Y yo sabía que iba a pasar eso. Sabía que a menos que se le
subiera un gemelo o le pasara un percance, Antón me ganaría. Pero la
competición es así. No habría sido lógico que Antón me dejara ganar”.
Fernández
Anaya se entrena en el Prado todos los días y cuando se lo permiten los
estudios, unos tres días a la semana, en sesión doble. Los técnicos dicen que
está a un paso de la elite española del cross, y ya figura entre los que mejor
marca tienen en 5.000 metros. Dicen que no le falta nada para llegar al menos a
la selección española para el Mundial de cross, que es su objetivo esta
temporada, aunque, según su propio entrenador, le puede la presión. “En las
grandes competiciones se atenaza”, dice Fiz. “Le falta saber superar la
presión, que es lo que diferencia a los campeones. Si no, habría estado en el
reciente Europeo”.
“En el cross
de Burlada apenas había nada en juego, ni tampoco mucho dinero, aparte del
poder decir que había ganado a un medallista olímpico”, dice Fernández Anaya.
“Pero aunque me hubieran dicho que ganando tenía plaza en la selección española
para el Europeo, tampoco lo habría hecho. Otra cosa, claro, sería si en juego
hubieran estado una medalla en el Mundial o en el Europeo. Entonces, creo que
sí, que me habría aprovechado para ganar… Pero también creo que ha dado más
nombre haber hecho lo que hice que si hubiera ganado. Y eso es muy importante,
porque hoy en día, tal como están las cosas en todos los ambientes, en el
fútbol, en la sociedad, en la política, donde parece que todo vale, un gesto de
honradez viene muy bien”. Carlos Arribas
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