Dalí
tuvo muy presentes las teorías de Freud (las ideas de la irracionalidad, de lo
inconsciente, de los impulsos, de la fuerza de la sexualidad…), pero no sólo.
Su conexión, como se explica en el artículo que sigue, con la ciencia, se
extiende a otros ámbitos fundamentales en el siglo XX y en el actual : la
Biología, la Matemática y la Física.
La ciencia que
inspiró a Dalí
A
pesar de ser la protagonista de la mayoría de las obras de su marido, Gala tuvo
una dura competidora, la ciencia. En el universo surrealista de Salvador Dalí,
los temas recurrentes de sus lienzos, como Dios, la guerra y el sexo, convivían
con los hallazgos de la física, la matemática, la psicología y la biología del
siglo XX. La agencia SINC ha hablado con tres personas que lo conocieron para
averiguar qué peso tuvo la ciencia en su arte.
En
sus últimos años de vida, al anciano Salvador Dalí (Figueras, 1904-1989) le
costaba mucho esfuerzo leer. Por eso, Montserrat Aguer se convirtió en su
lectora. La hoy directora del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación
Gala-Salvador Dalí le leía las obras que el artista pedía, entre ellas, la
revista Scientific American, puntera
en información científica. "Mostraba un gran interés por su
contenido", confiesa Aguer a SINC. Por eso, no es de extrañar que, cuando
falleció, en su mesilla de noche descansara el libro What is life?, del físico Erwin Schrödinger.
"No
podemos entender la obra de Dalí en su totalidad sin la influencia de la
ciencia", asegura Aguer, comisaria de la exposición Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas,
que se muestra estos días en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
(Madrid).
La
curiosidad científica no fue una pasión tardía del artista, y hay documentos
gráficos de 1927 que así lo corroboran. En una fotografía en blanco y negro, Salvador Dalí, con 23 años, posa
junto a su amigo Federico García Lorca y un grupo de escritores de la revista
L'Amic de les Arts. Bajo el brazo el artista sostiene el número de junio de Science and Invention.
"Esta
imagen indica que Dalí estaba muy atento a la actualidad científica desde muy
joven", explica a SINC el físico Jorge Wagensberg, director científico de
la Obra Social "La Caixa". El pintor estaba suscrito a numerosas
revistas científicas y su biblioteca la formaban decenas de libros de física,
matemáticas, biología y psicología, con anotaciones en los márgenes y preguntas
que el mismo Dalí se encargaba de trasladar a los científicos.
En
1985, Wagensberg, joven físico de la Universidad de Barcelona, organizó un
debate titulado 'Cultura y ciencia: determinismo y libertad'. "Cuando Dalí
se enteró, me invitó a celebrarlo en su Museo, en Figueres (Girona)",
afirma. Investigadores, filósofos, escritores y artistas componían el selecto
público del simposio, al que asistieron premios Nobel y otros científicos de
primer nivel como Ilya Prigogine, Peter Landsberg, Günter Ludwig, René Thom y
Ramón Margalef.
Dalí,
con un estado de salud delicado, contempló todas las ponencias a través de un
televisor y saludó uno a uno a los participantes. Cuestiones trascendentales
como las leyes de la naturaleza, el tiempo o el azar fueron algunos de los
temas que allí se abordaron, todos ellos tratados por el artista durante su
carrera. Una carrera a través de la cual se pueden analizar los principales
hallazgos científicos del siglo XX.
Su
'padre' Freud
Madrid,
década de los veinte. El ambiente de la Residencia de Estudiantes, donde Dalí
vivió unos años, fue el escenario perfecto para que a su interés artístico se
uniera el científico. Por sus pasillos pasaron figuras de la talla de Marie
Curie, Albert Einstein y Santiago Ramón y Cajal, y entre sus compañeros se
encontraba un jovencísimo Severo Ochoa.
Fue
en esos años cuando Salvador empezó a mostrar interés por las teorías de
Sigmund Freud y convirtió La
interpretación de los sueños en su libro de cabecera. Incluso llegó a
definir a Freud como 'su padre'. La preocupación por el subconsciente que
plasmó en sus obras y el interés por la física de Einstein le sumergieron de
lleno en el movimiento surrealista.
Una
de sus obras más conocidas, La persistencia de la memoria (1931) bebe de estas dos
corrientes. "Sus relojes blandos evocan claramente la teoría de la
relatividad de Einstein y la distorsión espacio-temporal que describe",
afirma Andrés Aragoneses, profesor del departamento de Física y Energía Nuclear
de la Universidad Politécnica de Cataluña. Sin embargo, en el congreso
celebrado en Figueres en 1985 sobre cultura y ciencia, Dalí, haciendo gala de
su ironía, desmintió esta hipótesis y afirmó que simplemente trataba de imitar
la caída de los quesos camembert bajo los rayos del sol.
Otra
de sus pinturas más atrevidas, El gran masturbador (1929), presenta elementos de claro
simbolismo psicoanalítico y autobiográfico, al evidenciar una de sus
obsesiones: el sexo. Años después de pintarlos, el artista hizo realidad uno de
sus sueños y conoció en persona a Freud. El 19 de julio de 1938, en Londres, Dalí
pintó un retrato del científico. Freud lo definió como un "fanático"
porque se empeñó en que se leyera su tesis sobre el método paranoico crítico,
inspirado en las teorías freudianas y con el que dibujaba imágenes dobles
basadas en su mundo interior.
En
la misma línea, Dalí plasmó los principios de la física cuántica. "En esas
obras en que, según se miren, se ve una cosa u otra, se refleja claramente un
complejo y abstracto concepto de física: el principio de incertidumbre de
Heisenberg", apunta Aragoneses.
De la física cuántica a la nuclear
Pero
sería otro tipo de física, la nuclear, la que sacudiría por completo al
artista. Así se lo reconoció al escritor André Parinaud: "La explosión
atómica del 6 de agosto de 1945 me había estremecido sísmicamente. Desde aquel
momento, el átomo fue mi tema de reflexión preferido". Tras lo sucedido en
Hiroshima y Nagasaki, Dalí comenzó a plasmar la materia descomponiéndose en
numerosas obras y desarrolló su conocida pintura corpuscular, difícilmente
separable del misticismo religioso.
El
espectador que vea alguno de sus cuadros de este período se preguntará por qué
aparece constantemente un cuerno de rinoceronte fragmentado. Dalí lo utilizó
porque seguía una espiral logarítmica perfecta. De esta época son La Madonna de Port Lligat
(1950) y Cabeza rafaelesca estallada (1951).
Emulando
a los más grandes del Renacimiento, en medio de su fiebre nuclear se enfrascó
en uno de sus cuadros más complejos, Leda atómica
(1949), para el que se estudió a fondo el tratado de la divina
proporción de Luca Pacioli. En él, la imagen de Gala se transforma en Leda, un
personaje mitológico griego, que parece flotar sin tocarse con ningún otro
elemento. Se trata de una maravilla geométrica, inapreciable a simple vista, en
la que Dalí, con la ayuda del matemático Matila Ghyka, consiguió sintetizar la
tradición pitagórica respetando la proporción áurea.
Esta
obra avivó su interés por las matemáticas, y no paró hasta plasmar las
complejas cuatro dimensiones en la cruz del Corpus hypercubus (1954). Supondría el inicio de una
fructífera amistad con Thomas Banchoff, matemático de la Universidad Brown
(EEUU). "Nuestra relación fue de respeto mutuo. Nos tratábamos con
seriedad, nos escuchábamos e intentábamos comunicarnos con claridad",
recuerda Banchoff a SINC.
En
1975, el matemático, que aún no conocía a Dalí en persona, ilustró un artículo
sobre geometría hipercúbica en el Washington Post con una de sus obras. Dalí lo
leyó y le pidió una entrevista en el hotel de Nueva York en el que vivía, el
St. Regis, donde compartieron puntos de vista sobre la cuarta dimensión. Veinte
años antes de este encuentro, Dalí ya había plasmado estas 4D en su cruz
hipercúbica.
La
anticipación del artista no extraña a los que lo conocieron, que destacan en él
su intuición. "Un científico tiene una idea pero no siempre se da cuenta
de lo esencial y además, tiene que convencer a los demás. Dalí reunía estos
tres rasgos: tenía la idea, se daba cuenta y convencía. Se dio cuenta de la
teoría fractal antes que Benoît Mandelbrot, como él mismo reconoció
después", apunta Wagensberg.
El segundo más listo escribe al primero
Uno
de los descubrimientos más trascendentes de la historia estaba a punto de
llegar. El 25 de abril de 1953, la revista Nature
publicó un artículo de James Watson y Francis Crick en el que describían la
arquitectura de la estructura molecular del ADN, que les haría ganadores de un
Nobel. Darle forma a esta poderosa biomolécula, que contiene la información
genética de todos los seres vivos, llevó prácticamente al éxtasis a Dalí.
"¡Hoy la única estructura legítima es la estructura molecular del ácido
desoxirribonucleico!", repetía ante los periodistas, le preguntaran o no por el
hallazgo. Se enorgullecía de pronunciar la compleja palabra, cuyas sílabas
arrastraba exageradamente.
Pintó
Paisaje de mariposa (El gran masturbador en paisaje surrealista con ADN)
(1957) y Galacidalacidesoxyribonucleicacid (1963), en la que Gala
asiste al milagro de la vida, entre estructuras de ADN e iconos religiosos.
"Esto es para mí la prueba verdadera de la existencia de Dios",
aseguró.
Meses
después, en Boston, James Watson contempló el cuadro y quiso que Dalí ilustrara
el libro que estaba escribiendo. Se dirigió a su hotel y le dejó una nota.
"Decía más o menos: 'el segundo hombre más listo quiere conocer al más
listo'. Y bajó en diez minutos", explicaba Watson en el documental
Dimensión Dalí. En la comida que compartieron días después, el
biólogo lo definió así: "Era un hombre inteligente, ya sabe. Ahora bien,
cuando decía que 'la doble hélice prueba la existencia de Dios', él
interpretaba la doble hélice a su manera, mientras que para mí era justamente
lo contrario: con la doble hélice no hace falta Dios". Finalmente Dalí no
ilustró el libro, pero la biología no dejó de fascinarle.
Tras
esta etapa, el artista quiso darle un aire tridimensional a sus nuevas obras.
"Dalí fue pionero en la holografía artística pero se sentía decepcionado
porque no era capaz de crear hologramas de diferentes colores, así que abandonó
el medio a favor de la estereoscopía, en la que sí podía controlar el color y
crear la ilusión de profundidad", explica a SINC Elliott H. King, profesor
de Historia del Arte de la Universidad Washington and Lee (EEUU).
Enterrado con la doble hélice
El
artista catalán vivió parte de su vida entre Estados Unidos y Francia, pero en
la década de los setenta destaca su relación con científicos españoles como
Joan Oró, Santiago Grisolía y Severo Ochoa, compañero de la Residencia de
Estudiantes. A petición de Oró y Grisolía, diseñó carteles para congresos
científicos organizados en esos años.
Una
de las últimas teorías que interesó al pintor fue la de las catástrofes, del
matemático francés René Thom. La idea de conseguir un orden de comprensión en
el desorden de la discontinuidad se le antojaba sublime, puesto que era una
forma de tener seguridad frente al destino, que tanto le asustaba. El mismo
Thom se enfrentó al químico Prigogine en el congreso de Figueres de 1985 y
Dalí, ya muy mayor, les pidió que hicieran las paces. Era una de las batallas
contra las que luchó hasta el final de sus días, porque detestaba la
especialización excesiva.
Él
apostaba por la unidad de artes y ciencias. Por eso, cuando un periodista de Le
Figaro le preguntó por qué le interesaba tanto la ciencia su respuesta fue:
"Porque los artistas no me interesan casi nada. Creo que los artistas
deberían tener nociones científicas para caminar sobre otro terreno, que es el
de la unidad". En opinión de Wagensberg, el espíritu de Dalí era como el
de los físicos teóricos, "que persiguen unir las disciplinas, como la
búsqueda de la teoría del todo o la teoría de cuerdas".
Veinticuatro
años después de su muerte, partículas como el bosón de Higgs no tienen quien
las dibuje, dejando a un lado las recreaciones del CERN. Dalí lo habría hecho.
A quienes lo conocieron no les cabe la menor duda. "Estaba fascinado con
la física de partículas ya en sus pinturas corpusculares así que,
probablemente, habría dado con una imagen para asociarla al higgs",
mantiene Banchoff.
El
bosón podría haber sido el fetiche científico preferido de Dalí, pero este
puesto lo ocupó la escalera de ADN. Una imagen de la doble hélice yace con él,
bordada en la túnica con la que fue enterrado en su museo de Figueres. Allí
descansan los restos del artista total, bajo la esfera reticular transparente
ideada por él mismo, que sigue los más rigurosos principios geométricos.
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