El artículo de Borja Vilaseca que adjunto a
continuación es una buena descripción sobre los dos hemisferios cerebrales, sus
funciones, sobre la priorización, hasta ahora del hemisferio izquierdo –nuestras
capacidades racionales, numéricas, de seguir una conducta ordenada…-. Pero parece
que ha llegado la hora de compaginar nuestra parte racional y nuestra parte
emotiva –propia del hemisferio derecho-. Si no fuera así no estaríamos en
condiciones de afrontar la nueva realidad en que vivimos ahora. Por eso deberá
cambiarse la manera de plantear la formación de niños y jóvenes.
El artículo plantea un tema de gran importancia ya
señalado por importantes autores desde una perspectiva filosófica como
Montaigne, Hume, Spinoza, etc. o desde una perspectiva científica como Antonio Damasio
y Howard Gardner –teoría de las inteligencias múltiples-.
La hora del hemisferio derecho
Para afrontar el nuevo mundo necesitamos explorar nuestra parte más
emotiva y creativa.
La educación tradicional ha fomentado el pensamiento lógico y racional
frente a la intuición.
Cada hemisferio del cerebro procesa la información de forma distinta: el
izquierdo busca certezas; el derecho, nos conecta con la dimensión más
inmaterial y espiritual.
Puede que nos hayamos olvidado, pero todos hemos
sido niños. Por aquel entonces, veíamos la vida con asombro y la disfrutábamos
jugando con la imaginación. Pero tarde o temprano nuestras ilusiones chocaron
contra el muro que los adultos llaman “realidad”, que comenzamos a construir al
iniciar nuestra andadura académica y profesional. ¿Cuántas veces nos han dicho
que no podemos ganarnos la vida haciendo lo que nos gusta? De tanto oírlo, la
mayoría nos lo terminamos creyendo, dejando nuestros sueños de lado.
Pero si cada uno de nosotros nace con un potencial,
con un talento y con una misión determinados, ¿por qué en general nos dedicamos
a profesiones que poco o nada tienen que ver con nuestros verdaderos valores?
La respuesta se encuentra en nuestro cerebro. Este órgano está dividido en dos:
el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho. Curiosamente, cada hemisferio
procesa la información que recibe del exterior de forma distinta. Cada uno está
relacionado con áreas y funciones diferentes. Podría decirse que ambos cuentan
con su propia personalidad.
El hemisferio izquierdo, por ejemplo, es el
responsable del lenguaje verbal, de la habilidad lingüística, de la capacidad
de análisis, de la resolución de problemas matemáticos, así como de la memoria
y el pensamiento lógico y racional. Es el más intelectual, formal y
convencional de los dos; se le da muy bien absorber y almacenar información
teórica y numérica, como nombres, definiciones o fechas. Por el contrario,
tiende a controlar e inhibir sus sentimientos. Es el encargado de la
organización, el orden, la estructura y la planificación. Es muy obediente y
disciplinado, y se rige por medio de normas, reglas, protocolos, leyes y
procedimientos estandarizados. Y utiliza el miedo para protegernos y
mantenernos a salvo de potenciales amenazas y peligros.
Un empresario envió a sus dos hijos gemelos a
explorar un país para sopesar las oportunidades para su negocio de calzado. Al
cabo de un tiempo, el padre recibió correos electrónicos de sus hijos. El
primero escribió: “Querido padre, llevo días recorriendo este fantástico país y
he observado que hay pocas tiendas y que la oferta de calzado no es de muy
buena calidad. Muchas personas aún viven en el campo, donde la mayoría de los
caminos se encuentran sin asfaltar. Sinceramente, no creo que sea un buen lugar
para vender nuestros zapatos”. Seguidamente, el padre leyó el mail de su otro
hijo: “Querido padre, llevo días recorriendo este fantástico país y he
observado que hay pocas tiendas y que la oferta de calzado no es de muy buena
calidad. Muchas personas aún viven en el campo, donde la mayoría de los caminos
se encuentran sin asfaltar. Creo que es un buen lugar para vender nuestros
zapatos”. A pesar de que los dos hermanos habían recorrido el mismo país,
vieron cosas diferentes. Uno detectó problemas y el otro vislumbró
oportunidades.
Este hemisferio busca certezas y solamente se fija
en la dimensión física, cuantitativa, tangible y material de las cosas. Y le
cuesta mucho percibir los infinitos matices grises que se encuentran entre los
extremos blanco y negro. El hemisferio izquierdo solo considera válida aquella
información que pueda demostrarse a través de hechos irrefutables, resultados
medibles y datos estadísticos.
El hemisferio derecho, por otra parte, está más
vinculado con la experiencia cenestésica y sensorial de todo aquello que
sabemos que no puede expresarse con palabras, y que no por ello es menos real.
Nos brinda la habilidad de interpretar señales, signos y metáforas, así como la
capacidad de soñar y de comprender el significado oculto de las cosas. Este
hemisferio nos conecta con la dimensión emocional y espiritual de nuestra
condición humana; nos permite sentir la parte cualitativa, intangible e
inmaterial de las cosas. Es el más artístico, original y rebelde de los dos; le
gusta salirse de la norma e ir más allá de lo socialmente establecido. No tiene
sentido del tiempo y está totalmente centrado y arraigado en el momento
presente.
Es experto en relacionarse con los demás. Destaca
por su empatía, su compasión y su destreza para detectar los aspectos no
verbales de la comunicación. Se le dan muy bien la percepción espacial, el
movimiento y la orientación. Tiene una visión holística de la realidad,
concibiéndola como una unidad donde todo está integrado e interconectado. Entre
otros dones, el hemisferio derecho nos permite desarrollar la intuición, la
imaginación, la innovación y el pensamiento creativo; tiene facilidad para
visualizar ideas e inventar cosas que no existían y que aparentemente no eran
posibles. Y en definitiva, nos nutre de confianza para atrevernos a seguir
nuestra propia voz interior y, en consecuencia, recorrer nuestro propio camino.
Los neurólogos han descubierto que ambos
hemisferios actúan a la vez. Los dos presentan cierta actividad neuronal –en
mayor o menor medida–, independientemente del tipo de tareas que llevemos a
cabo. Ninguno de los dos es más importante que el otro; más bien son
complementarios. Hoy por hoy, la mayoría de nosotros estamos tiranizados por el
hemisferio izquierdo, y es esta descompensación con nuestro hemisferio derecho
lo que impide que muchos conozcamos la forma de cultivar la intuición y la creatividad
necesarias para reinventarnos profesionalmente.
El hemisferio izquierdo del cerebro sigue siendo el
único protagonista en las aulas. La inteligencia y el valor de las nuevas
generaciones se siguen midiendo con la puntuación que los estudiantes sacan en
los exámenes, colegios, institutos o universidades. Y es que seguimos creyendo
que el pensamiento lógico y el conocimiento racional son superiores a la
intuición, la imaginación y la creatividad.
Tal como explica el experto en educación, talento y
creatividad, Ken Robinson, los actuales
test miden cierto tipo de inteligencia, pero dejan de lado muchos aspectos y
cualidades de la misma. Hay tantas maneras de expresar la inteligencia como
seres humanos hay en este mundo. Eso sí, todas ellas van de la mano de la
creatividad. Y al igual que la capacidad de razonar nos viene de serie, el
pensamiento creativo es inherente a nuestra condición humana.
Si bien las habilidades del hemisferio izquierdo
nos han dado buenos resultados a lo largo de la era industrial, para la era del
conocimiento que está emergiendo ya no van a ser suficientes. Ha llegado la
hora de potenciar nuestro hemisferio derecho y promover un sano equilibrio
entre ambos. Para lograrlo, el reto es descubrir un medio profesional para
canalizar todo el potencial innato que reside en nuestro interior. De pronto
encontramos la manera de conjugar una serie de elementos que antaño parecían
contradictorios e incompatibles, como por ejemplo la pasión con la profesión o
la vocación con el dinero. El quid de la cuestión es si somos lo
suficientemente valientes como para escuchar lo que sentimos en nuestro
corazón.
Borja Vilaseca
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