Muchos hemos visto la película “La lista de
Schindler” y conocemos el comportamiento
extraordinario de Oskar Schindler, pero ignoramos detalles como el de la
identidad de aquellas 1100 personas salvadas gracias a él. En el artículo que
sigue y escrito por Hermann
Tertsch, podemos informarnos sobre una de ellas.
Leon Leyson (1929.2013). El último de la lista de Schindler
Como tantos que habían sobrevivido al infierno, Leon Leyson permaneció mudo
sobre su suerte durante cuarenta años. Vivía en la costa oeste de los Estados
Unidos, como si hubiera elegido el lugar americano más lejano a Europa, más
remoto de su Polonia natal y desde luego, de Alemania. Cuarenta años sin hablar
de aquello que había hecho posible su vida. Porque él era un condenado a muerte
que sobrevivió al Holocausto gracias a una de las más rocambolescas, bellas y
conmovedoras historias del terrible siglo XX europeo. Pero no dijo nada. Como
tantos judíos supervivientes, el sentimiento muy generalizado de mezcla de
vergüenza por haber sobrevivido y pudor a contar lo inconcebible, guardaba la
memoria del horror en la más profunda intimidad. Y allí estaba también su
gratitud. Esa gratitud tenía un nombre, el de un alemán, un industrial alemán,
un hombre que podía haber sido un monstruo y fue un ángel para el pequeño Lejb
y su familia.
Hablamos de Oskar Schindler, un hombre que había utilizado todo su poder,
su dinero, su influencia con los nazis y su valor para salvar a más de 1.100
judíos de la muerte segura. Pero Leon Leyson, que ahora ha muerto a los 83 años
en Los Ángeles, no habló de ello durante muchísimo tiempo. Su nueva vida había
comenzado cuando el final de la guerra llegó el enero de 1945 a Auschwitz y él,
Lejb Lejson, y parte de su familia seguían milagrosamente vivos. Tras más de
tres años en un campo de refugiados cercano a Frankfurt en la inmediata posguerra,
llegó a Estados Unidos en 1949. Con veinte años, se convirtió en Leon Leyson,
se hizo norteamericano y fue a servir pocos años después en el Ejército en la
Guerra de Corea. Volvió a Los Angeles, estudió hasta convertirse en profesor de
arte y eso fue lo que enseñó durante cuatro décadas de tranquila existencia
hasta jubilarse. Tuvo que comenzar Steven Spielberg sus indagaciones históricas
para la película «La lista de Schindler»
para que Leon Leyson se pusiera a recordar en voz alta. Y allí surgió una
trayectoria fantástica y conmovedora como la de todos los supervivientes
protegidos por el industrial alemán. Con la especial circunstancia de quien era
el niño más pequeño que entró en aquella lista milagrosa que salvaba vidas de
judíos al hacerlos necesarios para la industria de esmaltes de Oskar Schindler
en Cracovia.
Allá habían emigrado los padres de Lejb con sus cinco hijos desde un shtetl
junto a Narewka en el noroeste de Polonia. Y allí les cogió la invasión
alemana, la confinación en el gueto y su destino inapelable en Auschwitz que
lograron burlar al ser incluidos como trabajadores. Su suerte fue tan
extraordinaria que Schindler logró sacar a su madre y su hermana de la cola
ante las cámaras de gas ya en el campo de exterminio en una ocasión en que
fueron incluidas en el transporte pese a estar en la lista de trabajadores. Dos
hermanos mayores no tuvieron la misma fortuna. Uno cayó en una matanza en
Narewka. El otro, en las cámaras de gas. Leon tuvo ocasión de darle las gracias
a Schindler cuando éste, honrado ya por Israel, viajó a Los Ángeles en 1972. De
inmediato reconoció al pequeño Lejb al que siempre mimaba en las oficinas de la
fábrica. Después del éxito de la película, Leyson sí multiplicó sus
intervenciones especialmente para transmitir a escolares ese testimonio único.
Leon Leyson es el último que quedaba de esa lista en la que conoció junto al
supremo horror la más excelsa gratitud.
Hermann
Tertsch ABC 16.1.13
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