Humanos de la pradera
El
género homo surgió al adaptarse a los cambios de vegetación que hubo en África,
cuando el bosque denso se transformó en sabana
Los genes cuentan la historia
de la humanidad con cierta exactitud. Según ellos, hace seis o siete millones
de años se produjo la separación definitiva entre los ancestros de los
ancestros de Homo sapiens y los ancestros de los chimpancés: entre monos y
hombres, si se quiere simplificar.
Durante décadas, muchos
científicos han tratado de justificar esta divergencia en los cambios
adaptativos al entorno. Nuestros abuelos comenzaron a hacerse algo más
«humanos» cuando la vegetación de su hogar natal (lo que hoy conocemos como
África oriental) empezó a variar desde el bosque denso y arbolado a la sabana.
Es decir, cuando los árboles masivos y de tronco poderoso cedieron paso a
praderas anchas y despejadas, de vegetación baja, adornadas con arbustos y
ríos.
Esto debió de forzar a
nuestros ancestros a cambiar de hábitos, descender de los árboles, aprender a
desplazarse rápido por espacios abiertos, otear el horizonte erguidos y
desarrollar algunas habilidades de grupo para protegerse.
Quizás las cosas no fueran
tan sencillas, recientemente los paleontólogos propusieron que fue la
diversidad de espacios naturales lo que condujo a la adaptación de los que se
mostraron más flexibles ante el mundo cambiante.
La respuesta a cómo sucedió
aquel proceso puede estar enterrada en restos fósiles muy anteriores a la
llegada de los primeros ancestros del homo. En concreto, ahora se ha analizado
vegetación africana de hace más de 24 millones de años. Los resultados del análisis
se publicaron ayer en «Proceedings of the National Academy of Sciences». Estos
datos son, sin duda, la visión más completa obtenida hasta la fecha de la vida
vegetal en Etiopía y Kenia (la cuna de la Humanidad) de hace millones de años y
sugieren que hace 24 y 10 millones de años había muy pocas praderas y
presumiblemente el paisaje estaba dominado por arboledas. Un aparente cambio
climático relativamente largo favoreció el cambio de vegetación hacia espacios
de matorral bajo más compatibles con lo que entendemos hoy como sabana. La
tendencia continuó así durante todo el periodo de evolución de los ancestros
del homo hasta que hace pocos millones de años, coincidiendo con la separación
de chimpancés y homínidos, la sabana se volvió absolutamente dominante.
Como el tránsito no fue
repentino, durante mucho tiempo los ancestros de hombres y monos debieron
convivir con ambos tipos de vegetación. Eso obligó a algunas especies a ser muy
flexibles. Probablemente, los abuelos de la humanidad fueron los que mejor se
adaptaron a este entorno, generando estrategias grupales para desenvolverse en
tierras abiertas, sin el cobijo de los árboles y para cazar o carroñar en estas
grandes extensiones. ¿Fue ésa la piedra de toque de nuestra inteligencia?
Los
estudios ahora presentados complementan otros anteriores basados en el análisis
de pólenes o de las trazas en la dentadura de animales y homínidos que
demuestran el tipo de dieta que llevaban. Algunos expertos consideran que ahora
tenemos el mejor dibujo jamás logrado de cómo era la vegetación antes y
después de la llegada de nuestros ancestros y de cómo pudieron surgir el
bipedalismo, la caza colaborativa, la vida en grupo, el ansia de expansión
geográfica, el uso de herramientas... lo que nos hace humanos, en suma.
06 de junio de 2016 Jorge Alcalde.
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