Pinceladas sobre Séneca y apuntes
sobre el contexto histórico en que vivió. El artículo nos informa sobre algunas
de las cualidades psicológicas y morales de Séneca –valor, prudencia, capacidad
intelectual- pero no nos aporta prácticamente nada sobre su orientación
filosófica. Referencias a alguna de las bases de su formación: el misticismo
pitagórico.
El filósofo (protoespañol) que se convirtió en
uno de los grandes de la historia
El precio de desentenderse de la política, es el de ser gobernado por los
peores hombres Platón
Desvanecido ya en el polvo de la
historia, cabe deducir por su impronta en ella, que el influjo del
extraordinario filósofo y preceptor de Nerón,
el cordobés Séneca, fue un vano
intento de actuar sobre la mente de aquel monstruo como un moderador intelectual y ético del omnímodo poder del tirano.
Como en las tragedias de Esquilo,
la indispensable amnesia necesaria para darle algún sentido a la supervivencia,
cubrió con un manto de miedo la banalidad del horror que con tanta ligereza
dispensaba aquel impresentable emperador. En medio de aquella catarsis
paralizante de silencio a ultranza, sólo un representante de entre la enorme
masa amedrentada de los eufemísticamente llamados ciudadanos de
Roma tendría la suficiente altura y dignidad para enfrentarse a aquel
despropósito de la naturaleza.
Ya había compartido pista el
librepensador (protoespañol) con otros dos elementos de la talla de Calígula y Claudio, un par de “piezas” también, además de ser dos pesos
pesados bien atados a sus locuras
desbocadas y viscerales. Difícil hacer entrar en cintura a quienes
anteponen la fuerza a la diplomacia o la negociación; en cualquier caso, un
reto para un grande en el panteón de los más ilustres pensadores de la historia,
aquella magna tarea de hacer razonar a la locura. Fue un testimonio de la
grandeza humana enfrentada a su Némesis; la que habita en la oscuridad abisal
de donde emana el horror.
El
estoicismo y moralismo de Séneca
Cuando la República Romana
perdió los valores de sus antepasados y se convertía en una sociedad
turbulenta y amoral, hedonista y materialista; cuando se encaminaba a su propia
destrucción, Séneca se alzaría como un
activo indispensable en el juego de contrapesos con su estoicismo y
moralismo. De nada le valdría ser un líder ante la parálisis colectiva de una
forma de sociedad muerta en vida, pues la sociedad romana de la época no era
otra cosa que durmientes instalados en una anestesia general que les
incapacitaba para reacción alguna. Panem et circenses.
De condición patricia, este
ilustre hombre valiente se formaría en Roma y Atenas aproximándose a la mística
pitagórica y en Egipto acercándose a los cultos locales en alza en el imperio.
No dejaba tecla sin tocar este ecléctico cordobés.
Mesalina urdiría un complot para
deshacerse de nuevo de él. Allá por el año 37 de nuestra era, el caníbal
confeso, y depravado hasta la medula, Calígula, que sucedería a Tiberio, le cogería ojeriza a nuestro
filósofo y buscaría denodadamente la forma de darle el “pasaporte“. Un
elemento, este impresentable, que al parecer había ordenado discretamente la
desaparición de tan insigne orador. Pero
los hados favorecerían a Séneca, ya que una ilustre admiradora (al
parecer una vestal), devota de sus inextricables y mágicos conocimientos, le
daría el “soplo" a tiempo para poner tierra de por medio. El argumento
que disuadió al déspota era que su famélico oponente –Séneca por entonces
había derivado su asma en tuberculosis–, había hecho un discreto mutis por el
foro al sentir el aliento del infernal Calígula y sus secuaces.
Con la entronización de Claudio,
el sucesor de Calígula, parecía que el horror se había disipado; pero Claudio,
tenía una mujer llamada Mesalina,
que encarnaba a la perfección el absoluto
y disoluto perfil del mal; esto es, la amoralidad más radical que
existir pudiera. Mesalina era la viva expresión de un karma maldito, que viendo
un potencial enemigo en el verbo de Séneca urdiría un complot para deshacerse
de nuevo de él. Fue condenado a muerte otra vez y conmutada esta in
extremis por las enormes presiones de sus amigos. Como mal menor, iría a
dar con sus huesos a Córcega donde se le aplicaría un radical silencio
profiláctico por parte de la locuaz y viperina Mesalina. Tela con la
criaturita.
Nerón,
el crápula romano
Hacia el año 49 y después de
cerca de ocho años de ostracismo severo, volvería a Roma por indicación de Agripina, la segunda mujer de Claudio,
que se esforzó denodadamente por conseguir el perdón imperial para el ínclito
pensador. Dicho y hecho, se convirtió en el preceptor de un crápula llamado
Nerón.
Un rumor con poco fundamento en
el que se le acusaba de haberse dado un revolcón con Agripina le hizo perder
enteros. Cinco años después, hacia el 54 de nuestra era, a la tal Agripina le
dio un arrebato de celos y harta de tanto cuerno , le daría una sopita de
hierbas de dudosa procedencia a su peculiar maridito. Con diecisiete años, uno
de los más enajenados gobernantes de la historia ascendería al poder de
aquel vasto imperio que abarcaba todo lo que cabía entre las fronteras de Persia y la muralla de Adriano. Una
política modesta pero eficiente basada en el compromiso y la diplomacia
presidirá los cerca de diez años en que dos grandes tutores de
Nerón Séneca y Burro, este
último un austero militar, gestionarían los asuntos de estado. En estos
delirantes años de adolescencia, el piltrafilla imperial se dedicaría a la
persecución sistemática de ninfas y efebos en edad de merecer. El pillastre ya
apuntaba maneras.
Para entonces, el joven
césar ya se había escorado hacia aficiones un tanto extrañas y por el
camino le hizo un roto a su hermanastro Británico, al
que le dejaría las tripas un poco sueltas y una expresión un poco desvaída antes del gran cambio de tercio que
indefectiblemente conduce a la eternidad.
Las malas influencias de la fauna nocturna romana, las
envidias promovidas por estos dudosos elementos que frecuentaban la amistad del
depravado César, y un rumor con poco fundamento en el que se le acusaba de
haberse dado un revolcón con la insidiosa Agripina, le harían perder enteros en
el activo mercado de bulos y dimes y diretes capitalino.
Autoayuda,
pero con "chicha"
Una rápida sucesión de
acontecimientos se desarrollarían velozmente en un breve espacio de tiempo. Por
aquel entonces, Nerón estaba ya fuera de control y un trágico lance mataría a su madre Agripina sin más preámbulos
que el de un incontrolado arrebato, a los cuales era muy dado.
Séneca declinaría su cargo de
senador y se dedicaría a viajar en sus años postreros. En su famoso ensayo Cartas a Lucilio, un buen amigo que
ejercía de gobernador en la isla sureña de Sicilia, volcaría sabios consejos
para promover actitudes sanas en lo
político y personal; obra que catorce siglos después serviría de
referencia al insigne filósofo y político Michel de Montaigne en sus famosos Ensayos.
A pesar de disponer de una
inmensa fortuna, vivía de manera asimétrica a sus pares patricios. Allá por el
año 69 y tras la fallida conjura de Pisón contra Nerón, este sabio entre los sabios al que el poder
intentaría descalificar y deshonrar con los más variados métodos, se
cortaría las venas al tiempo que ingeriría una buena dosis de “veneno griego”.
En una sobria ceremonia de compromiso fraternal, sus dos hermanos, su mujer Paulina y su famoso sobrino Lucano, motu proprio le acompañarían
en su viaje postrero.
Sus Cartas a Lucilio, algo parecido a un libro de autoayuda pero
con “chicha“ y sin frivolidades, profusamente difundido en el mundo anglosajón
, sólo tiene parangón en ventas a las Meditaciones
de Marco Aurelio. Su afirmación
de la igualdad de todos los hombres, el desprecio por la superstición, su
propuesta de vida sobria como camino hacia la felicidad son indicadores de su elevada estatura
intelectual y moral. Es notorio que a pesar de disponer de una inmensa
fortuna (que le fue incautada íntegramente a su muerte), vivía de manera
asimétrica a sus pares patricios; esto es, sin ostentación alguna y atendiendo
a los miserables y desheredados.
Los
claroscuros propios de la condición humana
Pero Séneca, desde su tribuna
moral de estoico, tuvo algunos claroscuros y condescendencias hacia Nerón que devaluaron su categoría humana.
Algunos silencios ominosos, escarceos amorosos y la discutida procedencia de su
fortuna durante el periodo de interregno hasta la mayoría de edad de su
tutelado, plantean algunas preguntas de compleja respuesta.
Decía Rilke que “el que ha osado volar como los pájaros, una cosa debe
aprender: a caer". Séneca era un adelantado, una voz en el desierto.
Finalmente, el delirante Nerón, encontraría una fórmula “in ictu oculi” para
deshacerse de su insigne tutor. Probablemente, la condición humana sea una
mentira insondable.
Álvaro Van den Brule
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