Gracias a
los artículos de divulgación de la prensa, como en el caso de éste, podemos
descubrir la existencia de figuras humanas extraordinarias y al mismo tiempo
adentrarnos en detalles de la historia de la ciencia y de la historia en general.
Fritz Kahn, un genio olvidado
El redescubrimiento de la apasionante figura
de un médico judío alemán que ganó fama mundial por su analogía de cuerpo y máquina
y que tuvo que huir de su país por culpa del nazismo
Terminada
la Primera Guerra Mundial, Alemania se
enfrentaba no solo a los miedos de un país destrozado por la contienda y
enfangado en una difícil situación económica, sino también a los temores más
universales de la década. Los años veinte vieron cómo la tecnología se expandía
a gran velocidad, las máquinas comenzaban a invadir la vida cotidiana, y esto
preocupaba a la sociedad. Eran además tiempos en los que el cuerpo humano era
tabú: “Había que taparse, nadie se miraba en el espejo, nadie hablaba de
sexualidad y estaba prohibido hacerse preguntas sobre uno mismo”, subraya Uta
von Debschitz, una arquitecta alemana reconvertida en periodista y autora
cultural desde 2002.
Por
eso resulta extraordinaria la imaginación y el atrevimiento de Fritz Kahn
(1888-1968), un médico alemán que explicaba el funcionamiento de nuestro cuerpo
mediante dibujos que imitan la actividad de una fábrica, o que comparan la
tecnología de las máquinas con la de la naturaleza. Sus metáforas y analogías
fueron muy exitosas, rompieron muchas fronteras y permitieron que la gente
conociera, desde un punto de vista que mezclaba lo artístico con lo científico,
cuestiones entonces poco divulgadas. “Los avances industriales vivían un boom
en 1920. A la gente le fascinaban por un lado, pero le daban miedo por otro.
Fritz Kahn intentó consolar a sus lectores diciéndoles: ‘no tengáis miedo; si
te fijas, hombre y máquina son parecidos”, relata Von Debschitz.
Cuando
esta mujer terminó el colegio en 1983, la figura de Fritz Kahn había caído en
el olvido. Aquel verano decidió viajar a Estados Unidos de vacaciones, pero
nunca imaginó que eso le llevaría, años después, al descubrimiento de uno de
los científicos alemanes más apasionantes de principios del siglo XX, un
pionero que por su condición de judío tuvo que huir en 1933 de su país,
coincidiendo con la llegada de Adolf Hitler al
poder. “Una amiga de mi madre me dio una lista de amistades en América, para
que yo las conociera. Entre ellos estaba la familia Kahn”, recuerda Von
Debschitz. Durante años mantuvo la amistad con Emanuel Kahn, ya fallecido, y su
esposa, Shoshana, de origen alemán, quienes en varias ocasiones le contaron
cómo sobrevivieron a la persecución nazi. El hermano pequeño de Uta, Thilo von
Debschitz, conoció al matrimonio Kahn después, a principios de los noventa, y
al igual que su hermana comenzó a cartearse y llamarse con ellos.
Un
día, una revista rumana cambió la vida de los hermanos Von Debschitz.
Cayó en manos de Thilo: “Descubrí una imagen del increíble Palacio industrial, con un crédito
debajo que decía ‘Fritz Kahn’. Por alguna razón recordé que un día Emanuel me
había hablado de su padre, con el que tenía una relación horrible porque les
abandonó por otra mujer, y al que llamó Fritz. El nombre vino a mi memoria y
llamé por teléfono a Emanuel. Fue alucinante cuando me dijo que quizá esa
imagen pertenecía a los libros de su padre. Me di cuenta de que llevaba años
hablando con el hijo de un genio”.
Fritz Kahn era el
hijo de un doctor judío que le proporcionó una educación humanística y le
inculcó sus creencias religiosas y su interés por la medicina, carrera que
estudió en la Universidad de Berlín. También le interesaron la filosofía, la
astronomía o la aviación. Tras sus estudios, Fritz Kahn comenzó a trabajar en
un hospital como ginecólogo y cirujano, y desarrolló el interés por la
escritura de libros y la divulgación científica. En 1912 comenzó a colaborar
con la editorial Franckh’sche
Verlagshandlung, que le encargó un libro de biología humana, y al estallar
la guerra mundial en 1914 ejerció de doctor militar en los frentes de Francia e
Italia. Publicó varios libros en aquella época: La Vía Láctea (1914), La
célula (1919) y Los judíos como raza y pueblo cultural (1920). En
este último, Fritz Kahn, que era un librepensador y un pacifista convencido,
atacaba el antisemitismo y el nacionalismo que comenzaban a estallar, y que
tiempo después le obligarían a exiliarse.
Todos
estos datos los fueron descubriendo Uta y Thilo von Debschitz poco a poco.
Habían pensado que sería muy interesante publicar un libro en el que recuperar
la vida y obra del doctor Kahn. “Se lo comentamos a Emanuel, pero al principio
no le hizo mucha gracia”, recuerda Uta. Más tarde cambió de idea. “Se dio
cuenta de la pasión que estábamos poniendo mi hermana y yo en el proyecto, y le
entró también la curiosidad. Nos permitió bucear en varias cajas llenas de
polvo que tenía guardadas en su casa desde hacía cincuenta años. De ahí sacamos
información muy valiosa, y también del Instituto Leo Baeck en Nueva
York y de la Biblioteca Central de Zúrich, así como de
librerías de antigüedades en otras partes del mundo”, rememora Thilo.
El
resultado de esa labor de investigación fue el libro Fritz Kahn, el hombre máquina,
publicado en 2009 en Alemania y EE UU, y que recupera ahora la editorial
Taschen, “en un formato mayor en inglés, alemán y francés, y que se venderá en
todo el mundo”, según una responsable de la editorial. En el libro de los
hermanos Von Debschitz se cuenta, por ejemplo, cómo Fritz Kahn maravilló al
mundo con el trabajo que realizó entre 1922 y 1931, un libro en cinco volúmenes
llamado La vida del hombre. Con un estilo que huía de la dureza de los
libros de texto tradicionales, pero también alejado de un entretenimiento
superficial, “a Kahn le preocupaba la iluminación”, según los Von Debschitz. Es
decir, que los lectores se asombrasen y entendiesen el mensaje.
“Kahn
sabía muy bien de la importancia de los dibujos en la educación. Muchas
litografías se creaban según sus instrucciones en el departamento de diseño de
la editorial. También trabajó con especialistas freelance, un pequeño
círculo de pintores científicos, diseñadores gráficos y arquitectos que
transportaban las ideas de Kahn al papel”, cuentan Thilo y Uta en su libro.
Así, la obra más conocida de Kahn, el póster El hombre como un palacio industrial,
ese que Thilo descubrió por casualidad en una revista rumana, fue en realidad
dibujado por el arquitecto Fritz Schüler. De aquella obra, a Uta von Debschitz
le gusta “enfatizar” el nombre de la misma: “Es un palacio, y no una casa,
porque un palacio siempre es un edificio admirado, algo que se coloca entre lo
más alto de la tecnología y del arte, algo realmente especial, con glamour”.
En
1933, los nazis llegan al poder en Alemania. Fritz Kahn es expulsado del país,
como otros tantos intelectuales judíos, y huye a Palestina. Con el éxodo
forzado, Kahn pierde su trabajo como doctor en Berlín y el contacto cercano con
el círculo de intelectuales que le rodeaban en Berlín –entre los cuales estaba Albert Einstein, también huido, él a EE UU,
a finales de 1932– y pierde su principal editorial, la Franckh’sche
Verlagshandlung, que le abandona por órdenes del Tercer Reich. Los libros
de Kahn, especialmente a partir de 1936, son borrados de Alemania: confiscados,
prohibidos y quemados. La editorial, que temía perder suculentos ingresos,
negoció con los nazis poder usar las ilustraciones con la firma “Archivo
pictórico Franckh”, e increíblemente estos fueron utilizados por Gerhard Venzmer, un
nazi que se convirtió en el autor médico de más importancia de entonces y que
publicó su propio libro del cuerpo humano. Era una copia del de Kahn, una
violación de los derechos de autor. Para mayor vergüenza del original, Venzmer
añadió un capítulo extra dedicado a los estudios raciales, en el que lanzaba
todo su odio hacia gitanos y judíos.
Fritz
Kahn no podía hacer nada (solo después de la Segunda Guerra Mundial pudo
demandar a la editorial, que tuvo que pagarle una compensación). Desde su
exilio en Palestina, donde estuvo cuatro años, se interesó por la construcción
del Estado judío y entabló amistad con Chaim Weizmann, futuro primer presidente
de Israel. En 1937 regresó a Europa, a Neuilly-sur-Seine, a las afueras de
París, y publicó dos nuevos libros, Nuestra vida sexual (1937) y El
hombre en la salud y la enfermedad (1939), con una editorial suiza cuyo
director había trabajado antes en la Franckh’sche Verlagshandlung.
A
partir de 1940, Fritz Kahn tuvo que escapar de París. Primero hacia Burdeos, y
después, en 1941, a EE UU. Lo hizo atravesando España y llegando a Portugal.
“Quería ir a Lisboa, como muchos otros inmigrantes, porque la única manera de
escapar era consiguiendo los papeles en la Embajada americana en Lisboa, la
última que quedaba abierta en Europa”, explica Uta von Debschitz. “Consiguió
huir gracias a Varian Fry y a su Emergency Rescue Comittee, que ayudó a decenas
de intelectuales a marchar hacia EE UU”. Eso y la carta que envió Albert
Einstein al cónsul de Estados Unidos en Lisboa, en la que el físico alemán
pedía el visado para Kahn, fueron decisivos. Ya en América, el doctor Kahn
publicó nuevos libros, como Primeros auxilios (1942), El átomo
(1949) o El libro de la naturaleza (1952).
En
1956 regresa a Europa, a Suiza y Dinamarca, donde vivirá hasta su muerte. Un
tiempo en el que poco a poco la magia de Fritz Kahn irá perdiendo valor, al
considerarse su obra anticuada. “Lo extraordinario de su trabajo fue su
habilidad para combinar lo científico y lo artístico. Eso es algo que se dejó
de hacer. O hacías una cosa o la otra, pero no se mezclaba. Por eso la gente
empezó a considerar que su obra no era muy científica y la despreciaba”, relata
Uta. Tuvieron que pasar décadas para que ella y su hermano Thilo –gracias a una
casualidad y a que conocían, sin saberlo, al hijo de aquel doctor y científico
judío que revolucionó la explicación del cuerpo humano en los años veinte–
recuperaran su figura.
Más
información en: www.fritz-kahn.com
http://elpais.com/elpais/2013/08/30/eps/1377855243_760170.html
Álvaro Corcuera 2.9.13
http://elpais.com/elpais/2013/08/30/eps/1377855243_760170.html
Álvaro Corcuera 2.9.13
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