Factor diferencial de
la cultura occidental: la capacidad de crítica y de autocrítica. Podemos
identificar sus orígenes en dos fuentes emblemáticas: la Biblia y la tragedia
griega. Jerusalén es la principal fuente de los valores occidentales, Atenas es
la segunda. Job y Antígona fundaron el pensamiento occidental. Disputa entre
Antígona y Creonte. Estado de Derecho, una especie de síntesis entre el orden
social y la vitalidad crítica. (Error en el artículo: Popper no es británico
sino austríaco. ¿Confucianista o confucionista?)
LOS VALORES DE
OCCIDENTE
Si
admitimos que el futuro pertenece a los innovadores, resulta que hoy día las
dos terceras partes de las patentes que se registran en el mundo, una
fotografía de la economía venidera, son de origen occidental
NOS
regodeamos con los valores occidentales, los ensalzamos, los maldecimos y los
contraponemos a los valores asiáticos, pero no nos atrevemos demasiado a
definirlos. Al no saber de qué hablamos, la avenencia o las desavenencias sobre
estos valores serán aún mayores. Resulta que la FAES, la Fundación para el
Análisis y los Estudios Sociales, un centro de reflexión presidido por José
María Aznar, que se reúne en Guadarrama, cerca de Madrid, me planteó el reto de
dar un contenido a estos famosos e inaprensibles valores. Tras haberme devanado
los sesos durante semanas, no he llegado a un resultado final, pero sí a una
hipótesis: me parece que, en comparación con las visiones del mundo con las que
me he encontrado en otras grandes civilizaciones, la nuestra se distingue por un
carácter único, bastante difícil de encontrar en otros lugares, como la
capacidad de crítica y de autocrítica.
El
espíritu crítico, creo, explica cómo Occidente se ha convertido en el centro
histórico de la innovación y el progreso. Como explicaba el filósofo británico Karl
Popper, la ciencia progresa ante todo en Occidente porque cualquier hipótesis
científica se somete inmediatamente a una crítica acalorada que o bien la
refuerza o bien la sustituye por una hipótesis más persuasiva. En cambio, en el
ámbito islámico o confucianista, a todo el mundo se le pide, o se le exige, que
acepte un modelo inicial que se supone que es perfecto, de origen coránico para
los musulmanes o protohistórico para los confucianistas. En estos dos casos, la
Edad de Oro se sitúa en el pasado, mientras que en Occidente la época dorada
pertenece al futuro. Estos grandes principios, demasiado grandes, prescinden
aquí de detalles históricos y de contradicciones, ya que creo que son
tendencias básicas.
Si
admitimos que esta singularidad occidental está más o menos fundada, podemos
identificar sus orígenes –y avanzo paso a paso con pies de plomo– en dos
fuentes emblemáticas: la Biblia y la tragedia griega. En el libro de Job, el
lector asiste a una controversia –inconcebible en cualquier otra religión
revelada– entre Job, un simple mortal, y su Dios. Como Dios le inflige castigos
que considera infundados, Job protesta y critica a Dios. Dios acaba cediendo y
restablece la buena fortuna de Job, pero arguyendo al mismo tiempo que al ser
Dios no tiene que justificarse. Y Job le contesta: «Me someto», pero, aunque lo
hace, tiene la última palabra; recordemos que Dios, tras este último
intercambio crítico, ya no vuelve a aparecer nunca en los libros posteriores a
la Biblia. Por tanto, la adhesión a la teología judía y luego cristiana lleva a
hablar de todo, incluso de lo que a priori se revela desde Arriba. Si bien Jerusalén
es la principal fuente de los valores occidentales, Atenas es la segunda, o
concomitante. Solo recordaremos aquí, en un afán de simplificar, la disputa
entre Antígona y Creonte, su soberano. Antígona (se trata del funeral de su
hermano) se opone a la autoridad monárquica en nombre de unas leyes superiores
que, según ella, se impondrán al Rey. La autoridad política, por tanto, nunca
sería absoluta, lo que convierte a Antígona en el antepasado de todos los militantes
de la democracia y de los derechos humanos.
Job
y Antígona fundaron el pensamiento occidental, pero ¿no sembraron al mismo
tiempo un cierto desorden? La crítica de la autoridad llevada a su extremo, la
crítica a Dios y al Rey, hizo oscilar durante mucho tiempo a Occidente entre la
anarquía y el despotismo. El equilibrio se recuperó en la época de la
Ilustración mediante la introducción del Estado de Derecho, una especie de
síntesis entre el orden social y la vitalidad crítica. De ello nació el auge de
Occidente, primero teológico, filosófico y político, y luego se convirtió en
progreso científico, técnico y económico, todo ello caótico a menudo, pero
ininterrumpido.
Me
objetarán el «declive de Occidente» –una cantinela tan antigua como el propio
Occidente– y el prodigioso ascenso de los valores asiáticos, que a la larga se
impondrán, ya que se basan fundamentalmente en el despotismo. Pero este
pesimismo histórico propio de Occidente, una forma de autocrítica, queda
desmentido por los hechos. Si admitimos que el futuro pertenece a los
innovadores, resulta que hoy día las dos terceras partes de las patentes que se
registran en el mundo, una fotografía de la economía venidera, son de origen
occidental, Estados Unidos y la Unión Europea. Si les sumamos Japón, que
comparte parcialmente los valores occidentales, e incluso Corea del Sur, el 80
por ciento de las patentes son de origen occidental, y las restantes pertenecen
a China y a India.
Por
último, ¿no serán los valores que hemos definido como valores occidentales
porque nacieron en Occidente simplemente universales? Un ejemplo a tener en
cuenta es el de Liu Xiaobo, el líder demócrata chino encarcelado, que se
declara partidario de la filosofía de la Ilustración occidental; la considera
universal, aunque sigue siendo totalmente chino. Si Liu Xiaobo, desde su
cárcel, tuviera razón, ya no habría que hablar de valores occidentales, sino
que habría que considerar que el espíritu crítico es universal, pero reprimido
en mayor o menor medida. Está demostrado que en todos los lugares donde la
opresión política, religiosa o étnica disminuye el espíritu crítico se impone y
propicia el progreso de las sociedades. Como los occidentales se liberaron en
cierta manera los primeros, les corresponde seguir siendo libres, críticos,
autocríticos y fieles a ellos mismos y apoyar en otros lugares a todos aquellos
que comparten ese mismo deseo de libertad.
6
jul. 2014 ABC GUY SORMAN
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