¿Por qué es posible la Inteligencia Artificial?
Hace 7 días murió Marvin Minsky, un científico visionario como los que se
necesitan en la ciencia, llena hoy de rutinas y carente de
innovación. Minsky sabía que la inteligencia no es algo infundido en unas
criaturas desde fuera, sino algo que se desarrolla dentro de un cerebro basado
en las conexiones neuronales. El número de neuronas de los cerebros humanos está
fijado casi desde el nacimiento, e incluso ese número disminuye con la edad.
Pero las neuronas en sí no son más que los biberones de las conexiones interneuronales;
son estas conexiones las que, con la energía que proporciona el cuerpo
neuronal, representan la memoria y con ella el conocimiento. Y las conexiones
pueden aumentar sin límite hasta el momento de la muerte.
La idea de Misnky era recrear esto mediante circuitos electrónicos. Los
circuitos en sí no representan mucho problema, más aún hoy cuando los chips
están trabajando en el rango de los 7 nanómetros (en un metro hay mil millones
de nanómetros, y en un litro, un cuadrillón (billón de billones españoles) de
nanómetros cúbicos.
El problema de la IA es el software que debe hacer funcionar a los chips.
Hoy los robots inteligentes ganan a los humanos en las tareas
repetitivas y deterministas (ajedrez, Go) pero les cuesta aún mucho simular otros aspectos de la inteligencia
humana.
Una enorme parte de nuestra inteligencia se basa en saltos mentales no
deterministas. El lenguaje es una estructura con dos contenidos aleatorios: El
lenguaje de cada persona es distinto del de las demás, y de ello surge una
buena cantidad de los problemas sociales y personales. Además de que cada
persona tiene un lenguaje propio que deriva de su contexto personal, los
humanos somos capaces de llegar a conclusiones correctas partiendo de premisas
muy borrosas, incluso contradictorias, por un mecanismo de imágenes
retroalimentadas y autocorregidas.
La inteligencia humana duplica, en personas e intervalos de tiempo de 100
años, la misma aleatorieidad que logra, en la evolución biológica, la creación
constante de nuevas especies. Pero para ello la evolución necesita miles de
millones de mutaciones aleatorias, y millones de años para la selección
natural. En los humanos esto se realiza en las variaciones constantes del
pensamiento y en intervalos de décadas en cada persona.
Los enfoques tradicionales de la IA se basan en esquemas generales y
deterministas, y no puede ser de otra manera, pues no se quieren crear máquinas
locas. Pero es la posibilidad de locura lo que es la característica de la
inteligencia humana. Es dudoso que los animales lleguen en algún momento a
volverse locos: Funcionan según reglas relativamente fijas y deterministas. Lo
más probable es que en los animales, las conexiones neuronales queden fijas en
un momento de sus vidas y no puedan romper algunas de esas conexiones para
formar otras.
La inteligencia humana debe originarse en un cambio genético que permite a
los humanos recombinar constantemente, hasta el momento de la muerte, las
conexiones neuronales. Podemos unir la imagen de un torso humano con el cuerpo
sin cuello ni cabeza de un caballo y crear un centauro en nuestras mentes, o
con la cola de un pez y crear una sirena.
Los avances de la ciencia se deben siempre a recombinaciones de memorias, de
circuitos neuronales que se abren y se recombinan de manera diferente entre sí.
Esto falta en el software de la IA: La posibilidad de rehacer
constantemente las reglas de funcionamiento, la capacidad de recombinar los
circuitos para obtener lo nuevo a partir de lo ya conocido y memorizado.
La IA es posible, pero si la desarrollamos tendremos exactamente los mismos
problemas que tenemos con los humanos: La libertad de acción que lleva a las
obras geniales y a los crímenes más abyectos.
Un robot fiel, un robot que siga a rajatabla y sin violarla nunca la
primera regla de Asimov: ''Una máquina inteligente no puede nunca actuar
contra los humanos'', es una máquina capada, y que no desarrolla la
inteligencia humana.
Misnky y sus alumnos, von Neumann y los suyos, y otros muchos no han
aceptado la conclusión inevitable de la libertad: La inteligencia humana solo
es posible en unas mentes que tienen la libertad de generar constantemente
conexiones neuronales nuevas. Y la libertad solo es posible en esquemas
aleatorios, no deterministas, no lineales.
La IA es posible, si aceptamos diseñar el software con posibilidades
aleatorias. Pero como en la saga de "Dune" de Frank Herbert,
si se hace así, esa inteligencia debería ser destruida, si fuera posible, pues
los robots contendrían genios como Galileo y Einstein, pero también monstruos
como Hitler y Stalin, pero con un poder enormemente superior al de éstos
últimos.
Podemos fabricar IA.
¿Queremos hacerlo?
Antonio Ruiz de Elvira EL MUNDO
1.2.16
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