¿El día de las ondas gravitacionales?
Para hoy está previsto un anuncio
que avalaría las teorías sobre el cosmos de Einstein: podría nacer una nueva
era en la astronomía.
Si todos los rumores que a estas horas arden por los pasillos de la ciencia
se confirman, esta tarde sabremos un poco mejor cómo funciona el Universo. A
eso de las 16:30, hora peninsular, medio mundo estará pendiente del salón
Holeman del Club Nacional de Prensa de Washington D.C, donde científicos de la
Universidad de Caltech, del MIT y del proyecto LIGO van a presentar sus últimos avances
sobre ondas gravitacionales. De momento, poco se sabe
del contenido de su comunicación, pero se intuye algo gordo... muy gordo.
El revuelo lo ha formado, entre otros, Clifford Burgess, físico teórico de
la Universidad McMaster de Hamilton (Canadá), que ha dejado escapar un
indiscreto correo electrónico. «¡Primicia! Alguien está a punto de ganar un
Nobel», reza el asunto del e-mail. En él cuenta a sus colegas que hoy
jueves se va a anunciar algo que la ciencia lleva décadas esperando: se
han detectado por primera vez las huellas de la existencia de las ondas
gravitacionales en el cosmos. Si es cierto y la conferencia de prensa en
Washington ha sido convocada para eso, se habrá cerrado una de las búsquedas
científicas más ambiciosas de la historia. Si no lo es, a pesar del chasco
morrocotudo, habremos al menos dado un paso más en la comprensión de ese
misterio que nos legó Einstein. Así que más nos vale prepararnos para entender
lo que puede estar a punto de ocurrir.
Las ondas gravitacionales son un fenómeno cósmico
fundamental para que el universo funcione tal y como lo conocemos, pero no
tenemos certeza de que existan. Su presencia fue propuesta por primera vez
por Einstein hace ahora 100 años, como parte de su explicación de la Teoría
General de la Relatividad. Sabemos cómo funciona la electricidad y entendemos
que las cargas eléctricas de distinto signo se atraen y las de igual signo se
repelen. Lo hacen porque interactúan en un campo: el campo electromagnético. Es
como si los electrones se empujaran unos a otros en el tatami de un combate de
yudo. Algo parecido pasa con el sonido. Cuando recibimos el ruido de un
trueno es porque el estallido ha generado ondas en el aire que hay entre la
tormenta y nuestro tímpano. Einstein predijo que en el
cosmos la gravedad funciona de manera similar. Un objeto masivo, como el Sol o
un agujero negro, distorsiona el espacio a su alrededor y genera ondas que se
transmiten por todo el cosmos.
Imagine una charca absolutamente tranquila, con el agua cristalina y
quieta, sobre la que hay dos barquitos de papel. Si tiramos una piedra en un
extremo, generaremos una onda que se transmitirá hasta los barcos y los moverá.
Según Einstein, la gravedad atrae a los cuerpos del espacio por un fenómeno
similar: los objetos más masivos generan ondas más gordas y cambian la posición
de los menos masivos. Esto es así porque el espacio entre dos astros no
está vacío, en realidad todos los cuerpos del universo descansan sobre una
especie de tapiz invisible, sobre el agua de un inmenso charco a la que
llamamos espacio-tiempo. El problema es que nunca hemos podido demostrar que lo
que Einstein dedujo matemáticamente fuera verdad. Ningún objeto humano ha
sido capaz de detectar las perturbaciones producidas por esas ondas. Entre
otras cosas porque son increíblemente pequeñas. La fuerza de marea de la Luna
sobre la Tierra puede producir oscilaciones de hasta un metro que son
fácilmente detectables al observar cómo sube o baja el agua entre la pleamar y
la bajamar. Pero las ondas gravitacionales son minúsculas: uno de los sucesos
más violentos del cosmos (la colisión de dos agujeros negros) produciría una
perturbación en el espacio más pequeña que el tamaño de unos cuantos átomos
juntos. ¿Imperceptible? No tanto. Existen varios experimentos en marcha
que pretenden ser los oídos capaces de «escuchar» esas ondas. Uno de ellos es
el LIGO (Laser Interferometer Gravitational-wave
Observatory), una instalación de dos túneles de cuatro kilómetros de longitud
dispuestos en perpendicular en un páramo de California. Por su interior viajan
sendos rayos láser que realizan un viaje de ida y vuelta. En condiciones
normales, la posición relativa de los láseres siempre será la misma:
perpendicular. Pero si se ven afectados por una onda gravitacional, todo
cambiará. Es como si pintamos dos líneas perpendiculares en una tela y después
estiramos la tela por uno de los bordes...las líneas dejarán de ser
perpendiculares. El espacio deformado por las ondas gravitacionales ejercerá
el mismo efecto sobre los láseres del LIGO.
Todo apunta a que hoy nos contarán que los científicos han podido percibir
esa sutil distorsión que anunció Einstein. ¿Y qué? ¿Por qué resulta esto tan excitante?
Las ondas gravitacionales pueden ir cargadas de información igual que las
ondas de sonido. Ondas procedentes del Big Bang nos darían pistas de cómo fue
ese momento inicial. Las que vengan de agujeros negros nos ayudarán a entender
ese fenómeno cataclismático. Además confirmarán el modo en el que funciona la
gravedad, uno de los puntos aún no resueltos del modelo actual cosmológico.
Dicen que podrá inaugurarse una nueva era de la astronomía, como lo hicieron
los telescopios ópticos, el estudio de las ondas de radio o la detección de
infrarrojos. Sería una pena que la rueda de prensa de esta tarde no haya sido
convocada para anunciar todo esto... Estaremos atentos.
Jorge Alcalde. Madrid.
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