Norman Manea: «El Estado Islámico es un nuevo fascismo religioso»
Norman Manea es una de las voces más inteligentes de cuantas pueden hablar
sobre el Holocausto. Lo hace con conocimiento de causa porque él mismo vivió el
terror nazi cuando fue deportado de niño y acabó en un campo de concentración
por su condición de judío. A ello se le suma la persecución que sufrió a manos
de la dictadura totalitaria de Ceaucescu en su país de origen, Rumanía. El
escritor estuvo ayer en el Palau Macaya de la Obra Social de La Caixa para
hablar de su último trabajo, «La quinta imposibilidad», publicado por Galaxia
Gutenberg. Horas antes mantuvo la siguiente entrevista con este diario.
–Hace unas semanas se celebró el 70 aniversario de la liberación de los
campos de concentración. ¿Es necesario mantener el campo de Auschwitz como
monumento a la vergüenza o la memoria?
–Creo que es ambas cosas. Hace algunos años publiqué un ensayo titulado
«Monumentos a la vergüenza». Allí sugería que cada país debería tener el suyo
propio a la vergüenza, no solamente los dedicados a los héroes. En cada ciudad
se homenajea a reyes, generales… Pues esto que le digo es una de las fases de
la historia del lugar, porque también está constituida con mucha tragedia, por
mucho sufrimiento y por muchas cosas malas que se han hecho los seres humanos
los unos a los otros. Creo que es muy importante, añadiría que pedagógico,
recordar a la gente sobre esta otra faceta de la historia humana. Ahora bien,
no creo que mi sugerencia haya sido bien acogida por nadie. A la gente no le
gusta recordar lo feo. No nos agrada mirar en el espejo, especialmente, la cara
más fea. Por eso nos acabamos poniendo mucho maquillaje y cosmética.
–¿Le han interesado las conmemoraciones que se han llevado a cabo en las
últimas semanas en los campos de concentración?
– Bueno, ¿qué significa, si estoy de acuerdo? No decidí yo que se hiciese
así. Fue un acontecimiento histórico de gran magnitud, muy trágico. No es
únicamente una tragedia judía sino de la humanidad entera, que implicó también
una para Alemania. En pocos años, ese país pasó de ser una de las naciones más
cultivadas, avanzadas y civilizadas de Europa, a tratarse de un lugar
monstruoso. Alemania fue un monstruo de odio y de horror. Aquello era una
industria de la muerte. Mire, Alemania era un país industrialmente muy avanzado
y utilizó ese progreso para matar a judíos.
–Habla de Alemania como una bestia del odio. ¿La nueva es el Estado
Islámico? ¿Esa situación es comparable a lo peor vivido durante el siglo
pasado?
– Sí, es comparable la situación del nazismo con la del Estado Islámico,
aunque los musulmanes no llaman infieles solamente a los judíos. De todas
formas, los judíos siempre están en el primer lugar de los odios. Como dijo un
autor judío en un momento dado, durante más de 4.000 años éramos el pueblo
escogido. Ha llegado el momento de que otros sean los elegidos. Este fascismo
de nuevo cuño es religioso. Por tanto, tiene otros nuevos componentes. El
comunismo y el fascismo eran ateos, eran laicos. En general, de alguna manera,
cuestionaban la autoridad de Dios. Sus líderes o dirigentes humanos, Hitler y
Stalin, fueron percibidos como una especie de dioses. Recuerdo que tenía 17
años cuando murió Stalin, y no olvido las conmemoraciones funerarias. La
sensación era que Dios había muerto. De hecho, mucha gente murió aplastada
durante la conmemoración y porque había desaparecido su líder. Tenía 13 años
cuando Stalin cumplió 70 y celebró ese aniversario. Le dirigí un poema de amor
por ello. Nunca me respondió. Confieso el pecado cometido por un adolescente en
ese momento, pero estaba bien acompañado porque también había poemas parecidos
de Neruda, Éluard, Aragon e, incluso, Pasternak.
–Es innegable que usted vivió de cerca el culto a la figura del dictador
soviético.
–Todos los días se le decía veinte veces a Stalin: «Iósif Vissariónovich
Stalin, tú eres el padre de todos los niños de la Tierra». Por lo tanto, él era
también mi padre y a tu padre le escribes un poema conmemoratorio si cumple 70
años. No podías sentirte culpable de hacerlo.
–Algunos de los recientes atentados, como los sucedidos en Francia, tenían
un objetivo judío. La respuesta ha sido «Yo soy Charlie», pero no ha abundado
lemas como «Yo también soy judío». En este sentido, ¿cree que la posición del
actual Gobierno israelí puede haber influido?
–Para empezar, esto sucedió en una Europa cristiana. Jesús era judío. No
era español, no era francés, no era ruso, no era norteamericano. Jesús
básicamente le hablaba a su pueblo y eso es algo que se ha olvidado. En
Auschwitz y en todos los campos de concentración murieron seis millones de
jesuses potenciales, personas que fieles a su propia religión ven los errores y
los defectos de dicha visión, por lo que quieren mejorar. La religión cristiana
proviene de la judía y los primeros mártires cristianos eran judíos. No sé si
lo sabe, pero hubo una gran disputa entre Pedro y Pablo. El primero era de la
convicción de que un hombre no puede ser cristiano sin ser ante todo judío, tal
y como lo era Jesús. Pablo, que fue un activista mucho más internacionalista,
dijo que no, que se debía abrir la iglesia a cualquiera que tuviera su visión y
su convicción. Es una disputa interesante y no es casual que los dos fueran
judíos.
– ¿Qué le parece el papel que está teniendo Israel en la actualidad?
–En el momento en el que las personas aceptan a los judíos, con sus propias
cualidades y defectos como cualquier otro pueblo humano, es cuando el debate
puede ser más objetivo. Por supuesto que Israel ha cometido errores y los
seguirá cometiendo en el futuro, como cada país. Imagine España, incluso
Cataluña, rodeada de enemigos muy activos que constantemente están diciendo «no
podemos aceptaros y queremos que desaparezcáis». ¿Qué se puede hacer en este
tipo de situaciones? Intentas defenderte lo mejor que puedes y cometes muchos
errores en el proceso. Como sabe, Israel ha pasado por varias guerras y las ha
ganado todas. Si hubiera perdido una, ya habría desaparecido. Pero la victoria
no siempre es algo positivo, porque te puede dar cierta arrogancia. Te
proporciona una justificación excesiva de ti mismo y una brutalidad envenenada.
Después de la Guerra de los Seis días, hubo mucha gente en Israel que habló de
devolver inmediatamente todos los territorios ocupados, alcanzar un acuerdo de
paz para vivir para siempre con tranquilidad. Nadie en el mundo árabe aceptó
esa propuesta. Todas las guerras del mundo acaban con un tratado de paz que
acepte esta realidad. Pues bien, esa Guerra de los 6 días fue seguida por
otras. Y no ignoro para nada el sufrimiento del pueblo palestino.
–Usted habla con conocimiento de causa cuando hace referencia al
sufrimiento.
–Sí, he aprendido mucho, y en carne propia lo que es el sufrimiento. Cada
sufrimiento, incluso el de los alemanes, lo veo como humano. Pero esto no nos
debe dejar ciegos. El hecho de que esté aumentando el antisemitismo y que tome
algunas formas enloquecidas, incluyendo en el viejo continente europeo que
estuvo en el corazón del Holocausto, es muy chocante, además de muy peligroso.
Los judíos eran siempre los culpables porque mataron a Jesús y están
obsesionados con el dinero. Por tanto, los pobres judíos nunca salen de este
pobre papel protagonista. Es una buena razón para que Europa reflexione.
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