Clara
Janés Poetisa y traductora
«Encerrarse en el convento traía mucha libertad
individual»
La historia de las mujeres escritoras ha sido a menudo soterrada,
oscurecida, incluso silenciada. La poetisa, novelista, ensayista y traductora
Clara Janés decidió hace tiempo que eso no podía seguir siendo así y acometió
la escritura de «Guardar la casa y cerrar la boca» (Ed. Siruela), que nos pone
al día en la materia de la literatura femenina. En femenino y plural.
«Lo cierto es que se trata de un proyecto que he estado haciendo durante
años –resume Clara Janés–. Poco a poco, he ido estudiando, aprendiendo y, sobre
todo, asombrándome con lo que descubría y en un momento determinado empecé a
pensar que debía convertirse en un libro. Descubrí, fíjese, que más de dos mil
mujeres participaron en las Cruzadas, pero como soldados, que también hubo amazonas
formando parte de las tropas...».
Pero un manto de silencio, casi de tinieblas, se ha cernido sobre todo
ello. «Es una parte de la Historia que se ha ocultado –continúa la poetisa–. O,
por ejemplo, el hecho de que el primer escritor del que se tiene constancia fue
una escritora, la sacerdotisa acadia Enheduanna, cuya obra fue destruida por
sus colegas sacerdotes».
Sorpresas que Janés cuenta mientras sus ojos grises se iluminan. «También
hubo un interesante movimiento de literatura erótica en Egipto, enterrado en el
olvido y, aunque hay casos como el de Safo que ha llegado hasta nuestros días,
no se sabe nada de las romanas, madres de la mujer europea de hoy, que tenían
derecho al divorcio, sin ir más lejos, entre las que hubo escritoras,
pintoras... y mujeres como Hortensia, autora de uno de los discursos más
importantes de la Antigüedad, que sin duda fue un modelo para Shakespeare, por
ejemplo».
Unos versos machistas
Clara Janés ha hecho balance, un balance en el que cobran peso las
trovadoras («iguales o mejores que los hombres»), las monjas («Santa Teresa y
Sor Juana Inés de la Cruz, geniales»), escritoras hindúes, japonesas...
españolas como Luisa Sijea (15221560), destacadísima humanista y poeta española
del Renacimiento, muy admirada por Felipe II. También resalta lo que supone el
hecho de que en el caso de las monjas «se dé la paradoja de que el encierro en
el convento suponía, sin embargo, grandes dosis de libertad individual».
«Guardar la casa y cerrar la boca», título del libro, «son unos versos de
Fray Luis de León, bastante machistas para nosotros, pero sin embargo Fray Luis
se confió a Sor Ana de Jesús, ella estuvo a cargo de su obra. Ana tuvo que
dejar España probablemente a causa de la Inquisición, y publica allí los
escritos más “peligrosos” del propio Fray Luis y de San Juan de la Cruz».
Rosa Chacel, María Zambrano... son nombres que Clara Janés pronuncia con
orgullo, como el de la Junta para la Ampliación de Estudios, creada por la
Residencia de Estudiantes y presidida por Ramón y Cajal: «Entonces empezó en
serio en España la lucha del cambio para las mujeres». Pero la clarividencia de
Janés no le hace obviar «que también hay mujeres machistas» y, al margen de
trabajos de enjundia ensayística como éste, sigue «dedicando alguna parte de la
mañana a la poesía, corrigiendo muchos versos que tengo escondidos». Una pasión
por la palabra que le viene de cuando era una niña. En casa de su padre, el
gran editor José Janés, «había veinticinco mil libros», y recibía visitas como
las de Eugenio d’Ors, «al que no entendía nada», o el compositor Federico
Mompou, «que hablaba de una forma prístina, como su obra, y del que siendo
pequeñita me hice muy amiga». Y recuerda, finalmente, que, aunque no se leía
esos libros, «sí los tenía ordenados en mi cabeza, eran un mundo abierto, a
pesar de que me daban cierto miedo...».
Las mujeres tienen de nuevo la palabra, pero Clara Janés demuestra con este
libro que siempre la han tenido.
5 feb. 2015 ABC Manuel de la Fuente
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