Así lo ha anunciado el multimillonario
y experto en tecnología Elon Musk. Apenas un lustro para que podamos alimentar
a nuestro cerebro con altas dosis de Inteligencia Artificial y ser mitad
humanos, mitad ordenador. Incluso nos conectaríamos a la red con el
pensamiento. Sólo una pregunta ¿es realista?
En 1995 se estrenó una película que, excepto para algunos frikis
como el que firma, pasó desapercibida, hasta que casi cinco años después una
trilogía la resucitara. La trilogía fue «Matrix» y la película que sirvió como
influencia/inspiración fue «Ghost in the Shell», una obra de anime dirigida por
Mamoru Oshii y que esta semana vive su estreno «hollywoodiense» con Scarlett
Johansson en su papel protagonista. Tanto «Matrix» como «Ghost in the shell»
compartían dos recursos: la lluvia de números verdes, que nos hacía creer en la
posibilidad de habitar un horizonte digital y la idea de que los humanos se
conectaban a máquinas mediante una conexión en el cuello (hay muchas más, pero
ya son para fanáticos). Ambas obras hablan de un mundo ficticio en el que la frontera
entre máquinas y humanos (y a menudo entre realidad y ficción) es muy tenue.
Pero todos sabíamos o creíamos que era sólo eso: ciencia (pero) ficción.
Pues ahora comenzamos a dudar. El magnate Elon Musk (el mismo de
Tesla, PayPal, Space X o Hyperloop) ha lanzado un órdago a los visionarios y en
una entrevista a «The Wall Street Journal» señala que «en cuatro o cinco años
los humanos seremos ciborgs». O nos conectaremos a máquinas. O introduciremos
la inteligencia artificial en nuestro cerebro.
Musk planea conseguir esto a través de su empresa Neuralink,
registrada en julio del año pasado como compañía de investigación médica. ¿Qué
se hace allí? Básicamente se trabaja en enlaces o cordones neuronales o,
hablando en plata: pequeños electrodos cerebrales que algún día potenciarán
nuestras capacidades cerebrales. Lo que quiere decir que el último proyecto de
Musk es desarrollar pequeños ordenadores que llevemos directamente en el
cerebro y nos permitan acercarnos a los niveles que se especula, llegar a la Inteligencia
Artificial (IA).
Teniendo en cuenta que la Inteligencia Artificial ya ha sido capaz
de ganarle al estratégico juego de Go a uno de los mejores del mundo, que ha
derrotado a expertos en el póker, que se utiliza para salvar vidas,
diagnosticando enfermedades, que gestiona tiendas, conduce coches y hasta es
capaz de crear otras inteligencias artificiales, la idea no parece nada
disparatada.Y, por si fuera poco, todos los pronósticos señalan que en 2019 un
ordenador de mil euros tendrá la capacidad computacional de un cerebro humano.
Para el creador de PayPal este proyecto conseguirá que no nos
convirtamos en las mascotas de la IA y su idea es crear una «interfaz directa
al córtex», y evitar teclados, pantalla, ratones y discos duros externos. Nos conectaríamos
a la red directamente con el pensamiento, podríamos descargar o subir
archivos... Adiós a los fallos de memoria. Supuestamente.
En esta carrera, el primer paso será demostrar la seguridad de los
dispositivos que inicialmente se utilizarán para tratar enfermedades
neurodegenerativas (alzhéimer, párkinson), depresión o epilepsia.
Pero Musk no es el único que está trabajando en esto. A través de
su filial Building 8, Facebook también está centrado en interfaces
cerebro-ordenador. De hecho, recientemente en su página web anunciaba que
buscaba profesionales del campo de las neuroimágenes y la información
electrofisiológica para «crear la plataforma de comunicaciones del futuro».
Alguien que ha avanzado mucho en este aspecto es Bryan Johnson, uno de los
fundadores de Braintree (empresa subsidiaria, oh casualidad, de Pay-Pal). Este
emprendedor apostó 100 millones de dólares y creó la firma Kernel, enfocada en
desarrollar neuroprótesis que primero sirvan para tratar enfermedades
neurodegenerativas, al igual que Neuralink, pero que en última instancia
permiten «reescribir nuestro código neuronal». Para Johnson esto es posible, ya
que «primero fue nuestra biología, luego la genética... lo próximo que podremos
programar será nuestro código neuronal».
Pero, volviendo a la pregunta inicial: ¿es posible? En 1965,
Herbert Simon, uno de los padres de la Inteligencia Artificial aseguraba en el
libro «Inteligencia Artificial», de Daniel Crevier, que «en 20 años las
máquinas serán capaces de hacer cualquier tarea que hoy hace el ser humano».
Dos años después Marvin Minsky, otro de los padres putativos de la IA, afirmaba
que «en una generación el problema de crear Inteligencia Artificial se habrá
resuelto en lo sustancial».
Nada de eso ha sucedido. Pese a que este año se cumplen dos
décadas desde que Deep Blue derrotara a Gary Kasparov, seguimos sin comprender
gran parte de lo que ocurre en el cerebro. Y eso nos hace alejarnos de
interpretar cómo puede afectar la conjunción cerebro máquina. Es cierto,
ejemplos hay muchos. Ya se ha logrado usar una interfaz cerebro-ordenador para
que un científico moviera la mano de otro, pese a estar a cientos de
kilómetros.
El problema con estos avances es: ¿Qué pasará cuando haya un
procesador más potente? ¿Y si alguien hackea mi cerebro? Todas las empresas
están trabajando en dispositivos para poner o conectar directamente en nuestra
masa encefálica, pero hay un hombre que hace todo lo contrario: que nuestro
cerebro vaya a los microchips. Se trata de Douglas Smith, neurocientífico de la
Universidad de Pensilvania y creador del ratón avatar. Smith ha desarrollado un
sistema para alargar los axones, las autopistas de nuestro cerebro, encargados
de conectar las neuronas. Lo primero que descubrió fue que los axones estirados
funcionan mejor que los «normales». Y lo siguiente es que podía hacer que
sobrevivieran fuera del cráneo... como los cabellos de los Na’vi en la película
«Avatar». «Ahora mismo –nos explica Smith en una entrevista– investigamos en
trasferencia de memorias. Queremos ver qué ocurre cuando conectamos un cerebro
a una interfaz, qué ondas se transmiten». La ventaja de esta visión es que al
ser externa, la conexión se puede interrumpir en cualquier momento que
queramos...y que nos podríamos conectar no sólo con máquinas, sino también con
otros humanos: «Esto cambiará nuestra sociedad ya que la creatividad se
compartirá de un modo nunca antes visto», concluye Smith.
Actualizaciones...en la farmacia
En muchos aspectos, la tecnología que proponen Musk, Johnson o
Facebook entre otros es muy probable que ocurra en breve. Pero los avances son
tan rápidos que aún no hemos tenido tiempo de considerar seriamente las
consecuencia o las implicaciones. La primera de ellas es que los microchips son
cada vez más potentes e insertarse algo en el cerebro que en dos años puede ser
obsoleto (por potencia, memoria o materiales) es algo que entraña mucho riesgo.
También será necesario actualizarlos a menudo. ¿Dónde se llevarán a cabo estas
actualizaciones? ¿A cargo de quien estarán? ¿Se harán de forma remota o
presencial? Y el otro aspecto, igual de importante es la seguridad. Si nuestro
cerebro va a estar conectado a internet, el potencial de ser hackeados es real.
¿Cómo podemos estar seguros de que los antivirus serán efectivos? Si ya es
posible hackear un coche y no se descarta la posibilidad de intervenir en un
avión sin siquiera subirse a él, ¿qué impedirá que alguien le de órdenes a
nuestro cerebro?
JUAN SCALITER. | .
http://www.larazon.es/tecnologia/cinco-anos-para-ser-cyborgs-GM14814727
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