La clave de la felicidad no es una ecuación compleja
Dan Gilbert, psicólogo de
Harvard, advierte de que el cerebro nos da en muchas ocasiones datos erróneos
Familia
y amigos «La felicidad no se alcanza haciendo cosas exóticas, sino con recetas
sencillas, como pasar más tiempo con la familia y los amigos» El matrimonio
«Las personas casadas son más felices que las solteras o que las parejas de
hecho. El matrimonio es una inversión en todas las culturas» Trabajar y
descansar «Descansar es una de las cosas que menos felices nos hacen, puntuando
igual de bajo que trabajar» Resiliencia «Un 75 por ciento de las personas se
recuperan de los peores traumas y vuelven a ser felices al cabo de dos años.
Infravaloramos nuestra capacidad de resiliencia»
No
estamos programados para ser felices, sino para buscar constantemente la
felicidad. Hasta tenemos un neurotransmisor que nos impulsa a ello. La
dopamina, que nace en una de las partes más primitivas del cerebro y, a través
del sistema de recompensa, fluye hasta el lóbulo frontal, una estructura más
evolucionada que nos permite dirigir nuestra conducta hacia un fin. Esta región
del cerebro humano, la más lenta en madurar y la primera en deteriorarse en la
vejez, es una especie de máquina del tiempo que nos hace posible rememorar el
pasado y vivir el futuro antes de que suceda. A modo de simulador nos ayuda a
anticipar sucesos. Y en esa anticipación reside precisamente gran parte de
nuestra felicidad... o desdicha.
El
problema es que «nuestro cerebro nos da en muchas ocasiones datos erróneos de
lo que nos hará o no felices. Cometemos el error de pensar que lo bueno será
muy bueno y lo malo, muy malo», como explicaba a un reducido grupo de
periodistas el psicólogo Dan Gilbert, experto en felicidad.
Avalado
por sus publicaciones en revistas del prestigio de «Science», su best seller
«Tropezar con la felicidad» y una de sus charlas en TED, con más de 12 millones
de visitas, este psicólogo de Harvard impartió por primera vez una conferencia
en España, en Caixaforum, invitado por la Obra Social «La Caixa».
Quince
días antes, las entradas ya estaban agotadas. Unos iban por curiosidad, «para
saber si la felicidad existe o no», explicaba una joven. Otros, por ver si
podrían por fin alcanzarla: «Me lleva esquivando toda la vida», decía otra de
las asistentes, ya entrada en años, mientras su acompañante le aseguraba que «a
la felicidad hay que hacerla funcionar de manera activa». Los había también más
pragmáticos: «Si te da una receta por los cuatro euros que cuesta la
entrada...» Aunque la mayoría acudió intrigada por el título: «La Felicidad: lo
que tu madre no te contó».
Gilbert
no se muestra partidario de las recetas: «Mucha gente dice saber lo que hay que
hacer para ser feliz y generalmente se equivocan. Hay que ser muy escéptico y
cuestionar los consejos para encontrar la felicidad». Él prefiere basarse en
datos científicos. Son las estadísticas las que tienen la clave de lo que hace
feliz a la mayoría de las personas. Y también las que desmienten en parte lo
que las madres suelen aconsejar a sus hijos como receta: encontrar un buen
trabajo que dé para vivir bien, casarse y tener hijos. Y es que, dice Gilbert,
las madres son muy sabias, pero también se equivocan.
Casarse
Así
que, estadística en mano, pasó revista a estos tres consejos. Las personas
casadas son más felices que las solteras o que las parejas de hecho, en eso las
madres no se equivocan. Y también viven más. El matrimonio es una buena
inversión en todas las culturas, sobre todo para los hombres, resalta Gilbert.
Aunque divorciarse cuando las cosas no van bien también aumenta la felicidad,
en especial la de los hombres, que se sienten mejor de inmediato. Las mujeres
tardan de media un par de años en volver a ser felices.
Los
números reflejan que los hijos suponen una exigencia que disminuye la
felicidad, en especial de las madres, mientras son pequeños. El pico de
infelicidad parental se sitúa entre los 45 y 55 años, cuando la carga de
obligaciones es máxima. «El síndrome del nido vacío es un invento. Cuando los
hijos se van de casa, la felicidad de los padres aumenta», indica.
Ayudar
a los demás
En
cuanto al dinero, aumenta la felicidad en gran medida cuando los ingresos
anuales se incrementan hasta 60.000 euros. Por encima de esta cantidad, el
dinero ya no está tan relacionado con el nivel de felicidad. Aunque puede
aumentar si lo utilizamos en agasajar a los demás. De lo que se deduce que con
la crisis actual, la lotería haría sentirse más felices a un buen número de
personas. Sin embargo, dejar de trabajar, como sugiere un conocido anuncio, no
sería buena idea.
Según
explica Gilbert, descansar es una de las cosas que menos felices nos hacen,
puntuando igual de bajo que trabajar. Sí nos hace sentir mejor practicar
actividades placenteras. A la cabeza, el sexo, seguido del ejercicio físico. Y
es que, señala este psicólogo, «la felicidad no se alcanza haciendo cosas
exóticas, sino con recetas sencillas, como pasar más tiempo con la familia y
los amigos. Somos los animales más sociales del planeta y por eso quienes
dedican más tiempo a las relaciones sociales y tienen más amigos son más
felices», explica Gilbert.
Superar
las dificultades
Gran
parte de nuestra infelicidad surge de nuestro interior. Y cita a Shakespeare:
«No hay nada bueno ni malo, es el pensamiento humano el que lo hace parecer
así». Y es que nuestra especie tiene una estructura evolutivamente reciente, la
corteza prefrontal, que funciona como «un simulador que nos permite imaginar y
anticipar cómo serán nuestras experiencias antes de vivirlas. Es algo parecido
al simulador de vuelo donde se entrenan los pilotos». Planificar acciones y
tomar decisiones en virtud de experiencias simuladas mentalmente es, a priori,
una gran ventaja. Sin embargo, puede convertirse también en la principal causa
de que nuestra búsqueda de la felicidad sea errónea: «Esta parte del cerebro
suele calcular bastante mal el grado de felicidad o de infelicidad que nos
causarán las experiencias futuras. Somos muy malos predictores de la felicidad»,
resalta.
Acompaña
su explicación con ejemplos de personas muy conocidas en Estados Unidos que
dicen sentirse felices pese a circunstancias muy adversas. Como Moreese
Bickham, un hombre afroamericano que pasó 37 años encarcelado de forma injusta,
parte ellos en el corredor de la muerte totalmente aislado. Su caso fue
revisado y gracias a la presión popular fue puesto en libertad a los 79 años.
Al salir dijo a los periodistas no lamentar ni un minuto del tiempo pasado
entre rejas, que calificó de «experiencia gloriosa». «No hay duda de que la
forma de pensar sobre lo que nos ocurre es determinante para alcanzar la
felicidad», aclara Gilbert. Es cierto que no podemos cambiar lo ocurrido, pero
sí lo que pensamos sobre ello. En caso contrario la «disonancia cognitiva» nos
hará sentir infelices. Aunque el término suene raro, el concepto es tan antiguo
que Esopo lo recogió en una de sus fábulas: la de la zorra y las uvas. Muy
sabiamente, la raposa, al ver que no tenía forma de cogerlas de la parra,
decidió que no merecían la pena porque no estaban maduras. Este cambio de
perspectiva es natural para algunos, a otros les cuesta más. «La habilidad de
cambiar la forma de pensar es la piedra angular de la psicoterapia», advierte
Gilbert.
Pese
a todo, nuestra capacidad para recuperarnos de las peores adversidades es
asombrosa. El secreto está en nuestro «sistema inmune psicológico», que nos
permite superar las adde la misma forma que el sistema inmune «físico» se
enfrenta a las infecciones. «Un 75 por ciento de las personas se recuperan de
los peores traumas y vuelven a ser felices al cabo de dos años. Infravaloramos
nuestra capacidad de resiliencia».
Tener
una mente abierta es fundamental. Las experiencias nuevas ejercitan el cerebro
y nos hacen felices. A veces es tan sencillo como planificar un viaje, una de
las cosas que más placer nos produce. Y es que la felicidad, como adelantaba
una de las asistentes a la conferencia, se trabaja día a día. «Intentar ser más
feliz es como bajar de peso. Consiste en comer menos y hacer más ejercicio. No
hay dietas milagro. Con la felicidad pasa lo mismo. Hay unas pocas cosas que se
pueden hacer a diario y el nivel medio de felicidad irá subiendo», asegura.
15 ago. 2016
ABC PILAR QUIJADA
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