18/11/14

Svenja Leiber, Los tres violines de Ruven Preuk



Motivadora e inteligente descripción de la novela Los tres violines de Ruven Preuk, de Svenja Leiber. Animan a su lectura. Dos interesantísimos temas: el devenir histórico y el devenir personal. Principalmente el segundo, que es inseparable del primero. El devenir personal centrado en cómo la propia vida se ha realizado, en si hemos conseguido dar lo mejor de nosotros o no. Apasionante tema sobre el que todos tenemos mucho que decir. En realidad es el tema de la vida de cada uno pero que afecta a los que nos rodean y a todos en general.
Muy recomendable la lectura de la entrevista a la autora en El Mundo http://www.elcultural.es/noticias/letras/Svenja-Leiber-Culturalmente-Alemania-aun-no-se-ha-recuperado-del-holocausto/6868 . Admirable su sentido crítico en relación a la sociedad alemana así como su reconocimiento por la  enorme aportación cultural de la élite judía.

EL SIGLO ALEMÁN DE SVENJA LEIBER
¿Cómo escribir sobre el pasado reciente de Alemania sin caer en el tópico? La clave la tiene Svenja Leiber La autora condensa en su novela el amargo descalabro de
varias generaciones
Comparada con los silencios aterradores del universo rural de Haneke y su película La cinta blanca, la excelente novela  Los tres violines de Ruven Preuk, de Svenja Leiber (Hamburgo, 1975), plasma igualmente, de manera escalofriante, el nexo de los individuos con la época a la que pertenecen. Tercer libro de esta autora, que ha conmocionado a los lectores de Alemania, otra de las características más notables es su lenguaje. Un poderoso y concentrado lenguaje, seco, intenso y desolado, de una hipnótica fuerza, con el que Leiber, pasando de puntillas, casi sin nombrarla, por la Historia, narra, alejándose de cualquier tópico, el siglo XX alemán, de 1911 a 1975.
Ritmo vertiginoso
Los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial; los violentos años de la República de Weimar; los nazis provocando el terror en la década de los treinta; la persecución y deportación de los judíos; los bombardeos y la destrucción de las ciudades; las masas de refugiados que se desplazan de un lado a otro como espectros; la separación de muchas familias: todo cabe aquí. Hasta llegar, casi sin interrupción, y a un ritmo vertiginoso, al milagro económico alemán: los años en los que todo parece haberse olvidado, en los que algunos conservan el retrato de Hitler en las paredes de sus casas y los Mercedes y Opel relucen en los garajes de las granjas.
Casi un siglo entero de la Historia es lo que Svenja Leiber narra a través de un personaje de apariencia insignificante, casi «un hombre sin cualidades»: un músico, Ruven Preuk, hijo de un carretero de un pequeño pueblo cercano a Hamburgo, llamado a las más altas cumbres de su arte. Alguien que al final fracasa, junto a la sociedad de su tiempo, arrastrando a los que le rodean.
Leiber habla en su obra del vínculo entre la búsqueda de la perfección artística y la profunda decepción de alguien que no sólo no lo consigue, sino que se revela al mismo tiempo como no apto para la vida. Es decir, para el compromiso con su tiempo y con la decisión de intervenir o no en cuestiones relacionadas con la esfera política, con la sociedad, aunque también con el amor y la felicidad.
Al condensar la historia del violinista y el fracaso de sus sueños como artista y como hombre, Leiber también ha condensado las catástrofes de todo un siglo y el amargo descalabro de varias generaciones. De lo más excelso – el virtuosismo en el arte– a lo más infame –ser un asesino y un matón–, todos han visto que sus sueños no se cumplían, como le dirá al final el «cobarde» Ruven al nazi Fritz, con el que creció: «Yo no logré ser un solista y tú no fuiste un alto oficial de las SS. Y eso que a los dos nos sobraba talento […] El mundo ha reventado por las apuestas temerarias, por las grandes promesas».
Falta de compromiso
Artista de un extraordinario talento natural, Ruven siempre estará limitado por su eterna y cobarde falta de compromiso. Enamorado toda su vida de una joven judía a la que logrará salvar, para perder luego su huella, Ruven irá estableciendo componendas, refugiándose, una y otra vez, en pactos mínimos de supervivencia, sin querer realmente a nadie. Olvidará sus más íntimas ambiciones.
Pero Ruven no fue el único. Aunque «la humanidad siempre resucita», muchos de los que han sobrevivido «evitan escrupulosamente mirar atrás, se quedan inmóviles [...] y fingen que el trastorno es inherente al hombre, lo pasan por alto mirando al futuro».
4 oct. 2014 ABC Cultural MERCEDES MONMANY

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