5/9/14

Sándor Márai, Liberación



Finalesde 1944, Budapest. El ejército rojo asedia desde hace 4 semanas la ciudad, capital de un país dominado por el ejército nazi y por los colaboracionistas húngaros. Erzsébet ha conseguido encontrar un refugio para su padre, un científico de prestigio internacional y perseguido por su oposición a las ideas nazis y por su ayuda a los perseguidos. Erzsébet se instala, con decenas de personas, en subterráneo de un edificio hasta la llegada de los soldados rusos.
Brillante reflexión sobre la actitud moral del padre de Erzsébet, un científico prestigioso que pudiendo optar por no complicarse la vida y apoyar a las autoridades colaboracionistas opta por mantener sus criterios personales que le llevan a ponerse de lado de los perseguidos: judíos e intelectuales que huyen de la llegada del ejército alemán a otros países. Denuncia de la atroz actuación de los colaboracionistas (Cruces Flechadas) en su persecución de los judíos y de los discrepantes. De su actuación atroz, perversa e infame.

Uno de los párrafos más destacados del libro:
“Pero ¿por qué lo odiaban así? Seguramente no por su actitud política –todo el mundo sabía que despreciaba el racismo, los ideales modernos del fascismo, las falsas ilusiones de poder alentadas por la obsesión del odio y por la violencia más codiciosa, y que creía que las fuerzas mundiales que movilizaba la Alianza finalmente acabarían venciendo a la maquinaria de guerra alemana-, no, más bien era su conducta personal la que encendía el odio de la prensa vendida y de sus compañeros de profesión que apoyaban al poder. Esta actitud era inequívoca: su silencia encolerizaba a la “derecha”, como si hubiera alzado la voz contra ellos. Porque no había nada más valorado para las coaliciones del poder que el prestigio moral de los hombres de espíritu –se lo habrían concedido todo si hubiera aplaudido la aventura sangrienta con la que pretendían seducir a las masas, gracias a consignas embellecedoras, nacionales y raciales. Pues era esto, el visto bueno del hombre de espíritu lo que no podían conseguir de su padre: por eso lo odiaban. Necesitaban su nombre, un nombre famoso y limpio, un nombre sin mancha, de erudito, pero este erudito permanecía mudo, no se movía de su lugar de trabajo y a mitad de marzo desapareció. Po eso lo odiaban y l buscaban maniáticamente”.

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