SOLO EN AMÉRICA
Esta semana he
asistido, en Nueva York, a un acto de naturalización para 300 nuevos ciudadanos
estadounidenses, reunidos para la ocasión en el Palacio de Justicia de
Manhattan Sur. Para la mayoría de ellos –dejo a un lado las reuniones
familiares, una simple formalidad– esta ceremonia fue la culminación de un
largo proceso burocrático que exige años de formalidades y de paciencia. Eso no
quita para que nada desanime a estos candidatos porque, cada año, entran en
EE.UU. un millón de inmigrantes legales y, cada año, 600.000 son naturalizados.