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7 razones científicas para celebrar el Día de la Madre. Jorge alcalde

7 razones científicas para celebrar el Día de la Madre

El influjo materno es uno de los más fuertes y beneficiosos que ha desarrollado la naturaleza y la ciencia. Lo demuestran numerosos experimentos. Las mujeres portan células
de sus hijos en el tejido cerebral durante toda su vida

En las cercanías de la Universidad de Illinois un equipo de psicólogos y neurocientíficos propone a los alumnos un curioso experimento. Se ha habilitado un pequeño circuito de conducción en el que los participantes pueden realizar sencillas pruebas al volante. Todos son jóvenes con carné de conducir. Uno de los test propone pasar por un semáforo en ámbar. Los chicos y chicas pueden elegir entre acelerar y pasar antes de que cambie a rojo (ganando unos dos segundos de tiempo en su viaje) o parar prudentemente y esperar 30 segundos a que el semáforo vuelva a estar verde.
Hay dos formas de realizar la prueba. Solos al volante o con la madre del voluntario como copiloto. Las diferencias fueron sustanciales. Cuando viajaban solos, los participantes se saltaban el semáforo en ámbar en el 55 por 100 de las ocasiones. Cuando la madre estaba mirando, solo lo hacían en un 40 por 100. La simple presencia de mamá era suficiente para generar un comportamiento más prudente al volante. Está claro, el influjo materno es uno de los más fuertes y beneficiosos que ha desarrollado la naturaleza y la ciencia lo demuestra en increíbles experimentos como estos.

La voz a tí debida
En múltiples ocasiones se ha asegurado que los bebés son capaces de reconocer la voz de su madre incluso dentro del vientre materno y que cuando la progenitora les habla en ese estado, el sonido influye positivamente en el desarrollo del pequeño. Pero, ¿es eso realmente cierto? Investigadores del Hospital para Mujeres de Boston han estudiado el desarrollo de 40 niños nacidos prematuramente entre 8 y 15 semanas antes de terminar el embarazo. A la mitad de ellos les expusieron a la voz y al latido del corazón de sus madres a través de unos altavoces especiales en la incubadora durante tres horas al día. Cuando salieron del hospital, esos niños habían desarrollado mejor el córtex auditivo del cerebro, una región vital para el control del oído y del aprendizaje.

Siempre atentas
Todos lo hemos notado. Las madres suelen ser las primeras en reaccionar al llanto de sus hijos e, incluso, son capaces de identificarlo en condiciones en las que otras personas presentes apenas lo oyen. No se trata de una leyenda popular. Una investigación desarrollada en la Universidad de Nueva York encontró recientemente la razón. Las mujeres que acaban de dar a luz aumentan considerablemente la secreción de la hormona oxitocina. Esta sustancia, además de predisponer al desarrollo de lazos afectivos más fuertes con la prole, modifica el modo en el que las señales auditivas son procesadas por el cerebro. En concreto, según se ha demostrado en ratones hembra, aumenta la sensibilidad a los sonidos de comunicación social: como el llanto o la risa.

Beneficios de ida y vuelta
Es sabido que la lactancia materna aporta innumerables beneficios a los bebés. Pero lo que acaba de descubrirse es que ese acto es también beneficioso para la salud de la madre. Un estudio publicado en el Journal of Perinatology demostró que las mujeres que dan el pecho reducen un 4,3 por 100 el riesgo de padecer cáncer de mama por cada año de lactancia realizado.

Te llevo dentro
Es obvio, nuestras madres nos llevaron dentro de su cuerpo alrededor de nueve meses. También es obvio que nos llevan en el corazón toda su vida. Quizás no lo sea tanto que tengan «pedacitos de nosotros» en el cerebro. Las células fetales, durante el embarazo, pueden migrar a través del torrente sanguíneo e invadir órganos de la madre como el cerebro. De hecho, un estudio publicado en 2012 en «Plos One» demostró que las mujeres portan células de sus hijos en el tejido cerebral durante toda su vida. Lo más sorprendente es que esas células parecen tener un efecto protector en la madre. Las mujeres que no han tenido hijos o que tienen menos cantidad de células fetales de su prole, muestran más riesgo de padecer Alzhéimer. Es quizás el mejor regalo que podemos hacerlas: nuestras células.

Lamer para proteger
El chupete ha caído al suelo y la madre, siguiendo una aparentemente absurda costumbre, lo limpia con su propia saliva y se lo devuelve. Algunas autoridades sanitarias han aconsejado en ocasiones que no se realice esta práctica. Por ejemplo, el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York emitió un comunicado alertando de los peligros de este intercambio de fluidos. Pero más recientemente, investigadores suecos han dado la vuelta a la tortilla. Epidemiológicamente, las madres que realizaban esta práctica han terminado criando hijos con menos alergias, asma y otras enfermedades autoinmunes. No se trata de un estudio que establezca una relación causa-efecto, pero tiene sentido en el contexto de las nuevas teorías sobre la higiene que proponen que el exceso de aspesia y la falta de relación con ciertas bacterias en el sobreprotegido mundo del bebé puede ser causa del aumento de alergias.

Mamá se dice «mamá»
En inglés, «mom»; en chino mandarín, «mama»; en islandés, «mamma»; en punyabí, «ma»; en hebreo, «em» y en vietnaminta, «me». Parece evidente que la primera palabra que usamos para llamar a nuestras madres comparte en todas las culturas el sonido de la letra «m». Es uno de los fonemas que antes somos capaces de pronunciar como Homo sapiens y probablemente por eso haya dado lugar a la palabra madre en todos los idiomas. Pero ¿desde cuándo existe esa palabra? Un equipo de lingüistas analizó hace poco un rango muy amplio de familias de idiomas, desde las más convencionales lenguas romances, sajonas o indoeuropeas hasta las urálicas que incluyen el finlandés, la dravídicas como las del sur de la India o las Inuit del Ártico. Cartografiando las relaciones entre estas lenguas y las mutaciones que han sufrido descubrieron 23 palabras «ultraconservadas», es decir, que se comparten en todas las lenguas y que han variado muy poco en los últimos 15.000 años. Las más antiguas de todas (ya pronunciadas cuando aún cazábamos mamuts) son «fuego», «viejo» y «madre».
06 de mayo de 2017 Jorge Alcalde

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