UN ANIVERSARIO ALEMÁN
«La herencia de Lutero explicaría por
qué el Estado alemán se gestiona con austeridad y por qué el Banco de Fráncfort
quiere imponer esta austeridad protestante a la eurozona»
TODO
empezó en Wittenberg, una ciudad sajona, hace quinientos años, cuando el monje
Martín Lutero puso en el pórtico de una iglesia una proclamación que criticaba
al clero católico, el acto fundacional del protestantismo. En ella afirmaba que
la salvación es un don de Dios recibido por la fe sincera, sin intercesión de
la Iglesia; desafiaba a la autoridad papal al considerar que la Biblia era la
única fuente legítima. No es seguro que el acontecimiento sucediese de esta
manera espectacular, pero así es como los alemanes lo recuerdan y así lo
celebrarán a lo largo de este año, en el que habrá mil conmemoraciones en cien
ciudades alemanas. La Europa católica hace caso omiso y mira hacia otro lado,
cuando este homenaje a Lutero es una oportunidad excepcional para entender a
nuestros vecinos, a los que conocemos tan mal.
Hubo
una época en la que los intelectuales europeos pasaban por Alemania; hoy, es a
EE.UU. adonde hay que ir, y nuestros dos pueblos dialogan en inglés. En mi
generación, los mejores del instituto aprendían alemán como primer idioma,
seguido del inglés y del español para los menos buenos. Era la jerarquía de la
época. Pero resulta que el alemán desaparece de la enseñanza, por la falta de
alumnos y de docentes. Lo paradójico es que, en Europa, los intercambios
diplomáticos y comerciales nunca han sido tan intensos, y los intercambios
culturales con Alemania nunca tan mediocres. Vamos a proponer aquí una lectura
religiosa de este alejamiento, porque, probablemente, las conmemoraciones de
Lutero ponen de manifiesto lo que mejor distingue a los países de tradición
católica y el mundo luterano.
En
Alemania, el protestantismo luterano, dominante desde la reunificación con el
Este, ha determinado las costumbres de todos los alemanes. Esa es en concreto
la tesis de la ensayista berlinesa Christine Eichel en un libro oportuno,
«Deutschland, Lutherland». Según ella, las características más destacadas de
las costumbres de su país se remontan a Lutero. ¿Es posible que los alemanes se
identificaran fácilmente con Lutero para mostrar lo germanos, y no romanos, que
eran? La relación entre el monje y su pueblo, sea cual sea, es íntima.
Christine Eichel muestra el ejemplo de la música sinfónica, que es fundamental.
Cada ciudad alemana tiene su orquesta, y ha contado 130. Y, según ella, esto se
atribuye a la pasión de Lutero por la música y a su conminación a cantar juntos
para alejar al diablo. Los alemanes, desde entonces, no han dejado de tocar y
de cantar con una seriedad que no se ve en los auditorios del mundo católico.
Un concierto en Alemania se escucha religiosamente, y exige una atención tan
estricta como un sermón en un templo luterano; Wagner, que era luterano, exigía
que se escuchasen sus óperas en un silencio total, una norma que se ha
extendido a toda Europa.
El
culto que los alemanes profesan al libro también está relacionado con Lutero,
escribe Eichel. Lutero obligó a los fieles, tanto a los hombres como a las
mujeres, a leer la Biblia, lo que constituía una doble ruptura con la Iglesia
católica de su época, que excluía a la Biblia y a las mujeres. Esta exhortación
a la lectura podría explicar que el mercado del libro alemán sea el segundo del
mundo, por detrás del de EE.UU., que está infinitamente más poblado.
También
se sabe que los alemanes, al contrario que los franceses, los españoles y los
italianos, no mantienen la misma relación con el dinero, ni a título personal,
ni colectivo. Según Calvino, la riqueza recompensa a los virtuosos; para Lutero
es accidental. Lutero saca la conclusión de que el rico debe compartir, lo que
puede explicar la importancia de la filantropía en Alemania. La herencia de
Lutero explicaría por qué el Estado alemán se gestiona con austeridad y por qué
el Banco de Fráncfort quiere imponer esta austeridad protestante a la eurozona.
Según Lutero, las deudas son odiosas: las deudas,
Schulden,
y la culpa, Schuld, tienen la misma raíz. Resulta que el ministro alemán de
Economía, Wolfgang Schäuble, el adalid del rigor presupuestario, es un luterano
devoto. ¿Habría que atribuir a Lutero la ropa sobria de Angela Merkel y la
aparente modestia de los dirigentes alemanes, públicos y privados? Sin duda,
porque Lutero consideraba que los cristianos «se salvarían» si llevaban una
vida austera. ¿Es una casualidad que Angela Merkel sea hija de un pastor y que
Joachim Gauck, el presidente de la República Federal, sea él mismo pastor?
No
nos olvidaremos de la pregunta fundamental sobre la relación entre Lutero y
Hitler. Lutero mostraba un antisemitismo patológico, hasta el punto de que
atribuía a los judíos sus problemas de salud; puede que el monje infectara el
alma alemana, ¿pero acaso no era también sofocante el antisemitismo en la
Francia católica? ¿Abonó el terreno a la autocracia de los príncipes de
Alemania, y luego a Bismarck y a Hitler, la estricta separación entre la vida
espiritual y los asuntos mundanos exigida por Lutero? Puede ser, pero no es
convincente, porque el fascismo nació y prosperó también en países católicos. Y
la Iglesia luterana, en Alemania del Este, fue la principal fuerza de
resistencia al comunismo. En el haber de los luteranos, recordemos que el
pastor y mártir Dietrich Bonhoeffer, asesinado por los nazis en 1945, fue, en
nombre de su ética, su adversario más constante.
Lutero explica sin duda qué es
Alemania, pero no todo lo que es Alemania, porque los alemanes se vuelven cada
día más europeos y más cosmopolitas. En Europa, todos vivimos simultáneamente
según la fe que se profesa en nuestros países, la luterana en el suyo y la
católica en los nuestros, aunque ya no vayamos mucho a misa, y todos vivimos
según los tiempos que corren.
ngo
del artículo
6
feb. 2017 ABC GUY
SORMAN
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