UNA VOZ DESDE ESTAGIRA
Aristóteles
aparece como el personaje histórico de mayor impacto, el más popular de la
historia, por delante de todos los líderes religiosos y políticos, de todos los
pensadores, científicos, artistas y literatos de talla universal.
LOS medios de comunicación
más importantes del mundo –incluido este periódico– han transmitido y celebrado
la noticia del feliz hallazgo de la tumba de Aristóteles en Estagira. El
arqueólogo Kostas Sismanidis nos expuso los argumentos que lo han llevado a concluir
que se trata efectivamente del lugar en el que habrían sido depositadas las
cenizas del filósofo después de su traslado desde la isla de Eubea (actualmente
Evia) a su norteña ciudad natal de Estagira. Hay indicios concordantes, sin
duda, que aportan verosimilitud (aunque no certeza definitiva) a esta hipótesis
del arqueólogo griego.
El descubrimiento fue
anunciado de manera oficial por el propio Sismanidis en el marco del magno
Congreso Internacional «Aristotle 2400 Years» que tuvo lugar en Tesalónica,
organizado por el Centro Interdisciplinar de Estudios Aristotélicos (DIKAM) de
la Universidad de Tesalónica, al cumplirse ahora los dos mil cuatrocientos años
del nacimiento de nuestro filósofo. En este congreso tomé parte como ponente
invitado, y una vez más tuve la oportunidad de comprobar la extraordinaria
atención y el entusiasmo académico con que se estudia la obra de Aristóteles en
conexión con los más diversos campos del pensamiento filosófico, con la
investigación científica actual en muchas de sus disciplinas y con el variado
mundo de las creaciones culturales.
¿Qué tiene y qué representa
la figura de Aristóteles que ha suscitado y continúa suscitando un interés tan
amplio y permanentemente renovado? Es difícil exagerar su importancia. En el
proyecto Pantheon (MIT Media Lab, USA) –cuyo objetivo es «recoger, analizar y
visualizar los datos relativos a la popularidad histórico-cultural» de los más
importantes personajes históricos– Aristóteles aparece como el de mayor impacto,
el más popular de la historia, por delante de todos los líderes religiosos y
políticos, de todos los pensadores, científicos, artistas y literatos de talla
universal. Quede ahí este dato cuya significación ha de evaluarse, sin duda, en
función de los criterios utilizados en el proyecto. En cualquier caso, no me
parece en absoluto exagerado afirmar que Aristóteles es el más estudiado, el
más influyente y el más actual de todos los filósofos del pasado.
¿Qué ha sentido usted y qué
ha pensado en su reciente visita a Estagira? Esta pregunta me ha sido formulada
con insistencia. Los sentimientos son fáciles de apuntar, aunque difíciles de
describir. Ante el paisaje verde y montañoso de Estagira, junto a su mar
dormido de recuerdos, recorriendo sus ruinas y su historia he sentido una
emoción contenida y una honda nostalgia difusa. Pero el pensamiento es otra
cosa.
Ortega nos enseñó a muchos,
cuando mozos, que todo pensamiento auténtico es circunstancial, atenido y
apegado a las circunstancias, que, por lo demás, son con frecuencia acuciantes
para nosotros. Y en mi circunstancia actual de ciudadano español, en esta
primavera de 2016, en este tedioso intervalo entre dos elecciones generales, he
de confesar que no he recordado al autor de la Metafísica o del tratado Acerca del
alma (obras que yo mismo he traducido a nuestra lengua). No he recordado
tampoco al genial pensador y científico que inventó y sentó las bases de dos
ciencias, cuando menos, de la lógica y de la biología. Más bien y de manera
insistente, he dado en recordar al pensador político que hizo recopilar para su
estudio multitud de constituciones y que con extraordinaria lucidez pensó temas
tan acuciantes para nosotros como el Estado, la educación y la ciudadanía. Y de
manera muy particular han venido a mi recuerdo tres ideas. Las tres ideas que
siguen.
He recordado, e invito a los
lectores a que lo hagan, aquel sabio principio aristotélico según el cual «ha
de educarse con vistas a la constitución». Este principio no ha de entenderse,
según creo, como una máxima maquiavélica, como un recurso de realismo político
orientado a «indoctrinar» a los ciudadanos. No. Se trata más bien de educarlos
con la mirada puesta en los valores constitucionales más elevados teniendo como
objetivo su fortalecimiento y expansión. De este modo será posible llevar a
cabo una permanente mejora de las leyes y del funcionamiento de las
instituciones que garantice la identidad, la estabilidad y la propia
permanencia de la comunidad política.
He recordado, además, las
inteligentes recomendaciones de Aristóteles en la Política sobre las
precauciones legales que han de tomarse a fin de que el propio Estado y la
convivencia ciudadana no se desintegren. Todas sus recomendaciones son sabias y
oportunas. Una de ellas se refiere precisamente y de manera directa a la
corrupción indicando que es «de la máxima importancia» que «todo esté
organizado, mediante las leyes y todo tipo de normativa, de modo que sea
imposible que los magistrados obtengan beneficios» en el ejercicio de sus
funciones. Han de tomarse, pues, todas las medidas, todas, conducentes a hacer
imposible tal corrupción. Esto es válido para todos los sistemas políticos,
según Aristóteles. Pues «más que sentirse alejada del poder a la gente le
irrita la idea de que los gobernantes están robando los dineros públicos».
Y he pensado, en fin, en las
reflexiones aristotélicas sobre la amistad. Ha sido Aristóteles, a mi juicio,
el filósofo que nos ha dejado las más bellas y atinadas reflexiones acerca de
la amistad. Reflexiones que culminan en una lúcida y recia invitación a la
«amistad civil». Este tipo de amistad, fundamental para la convivencia
política, consiste en la benevolencia recíproca basada en la concordia. Y la
concordia no se refiere a los asuntos banales. Se refiere a los asuntos
prácticos de mayor importancia y gravedad. Y hay concordia, según Aristóteles,
«cuando los ciudadanos se ponen de acuerdo sobre las cosas que les convienen, y
las eligen, y llevan a la práctica las cosas que han acordado en común».
Esta es la voz que traigo de
Estagira.
2 jul. 2016 ABC
TOMÁS CALVO CATEDRÁTICO DE UNIVERSIDAD
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