EDITAR LA VIDA
Nadie tiene derecho a decidir
sobre la constitución genética de un tercero
« El genio ha escapado de la botella», afirmaba hace años el recientemente
fallecido Carl Djerassi (padre de la píldora anticonceptiva) a propósito de las
tecnologías contraceptivas y reproductivas. Avances tecnológicos recientes
permiten «editar» algunas secuencias genéticas, actuando directamente sobre los
genes de nuestras propias células. Esta edición bioquímica es tan precisa que
se puede actuar sobre los genes, cambiando o eliminando partes concretas de los
mismos de forma dirigida. Modificar células de nuestro organismo, por ejemplo
las de la sangre, puede dar lugar a aplicaciones terapéuticas importantes para
tratar enfermedades genéticas. Sería una opción más dentro de la llamada
terapia génica, una posibilidad cuyo desarrollo ha progresado con mayor
lentitud de lo que se esperaba en los
inicios, hace décadas.
Sin embargo, utilizar esta tecnología para modificar células germinales
(como el óvulo), o actuar directamente sobre embriones generados in vitro,
supondría abrir posibilidades claras para la modificación genética de la
especie humana. Con resultados nada previsibles porque los cambios en la línea
germinal no pueden preverse en cuanto a la totalidad de sus consecuencias. A
pesar de todo, algunas voces reclaman que se proceda ya a la edición genómica
de embriones humanos.
La pregunta, no sólo es si el hombre tiene ya en sus manos su propio
destino genético, sino cuál puede ser éste. Entre las cuestiones no previsibles
está el que la actuación genética sobre un embrión podría conducir a un
organismo dotado de un mosaico de células. Pero, sobre todo, cabe proclamar el
principio de que nadie tiene derecho a decidir sobre la constitución genética
de un tercero, nadie puede condicionar la existencia de un ser humano,
estableciendo su dotación genética. La legislación vigente en muchos países,
incluida la española, prohíbe taxativamente la modificación de la línea
germinal. Sin embargo, en otros muchos no es así, el riesgo sigue existiendo.
Como afirma Andrés Moya no se puede experimentar con el ser humano con la idea
de a ver qué pasa.
18 mar 2015 ABC CÉSAR NOMBELA
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