Nueva aportación de José García Domínguez sobre un tema filosófico.
Ejemplaridad intelectual y moral de Julián Marías. Intolerable e inepto trato
hacia él por parte tanto de la dictadura franquista como de la democracia.
Lucidez y valor en el tratamiento del tema “España”.
Julián Marías, uno de los nuestros
Decía el viejo Pla que nada hay en este mundo más parecido a un español de
izquierdas que un español de derechas. Y como casi siempre, tenía razón. He
ahí, sin ir más lejos, el parejo trato mezquino que diestra y siniestra
brindaron en vida a Julián Marías, aquel español tan improbable del que ahora
se cumple el centenario. España, siempre presta a rendir culto a charlatanes,
toreros y futbolistas, sigue teniendo a gala el maltratar a sus mejores
cabezas. Y Marías no iba a encarnar la excepción. Fiel a esa arraigada
tradición nacional, el franquismo supo ser rastrero hasta la iniquidad con su
figura. El que un hombre de la talla intelectual de Marías tuviese vetado el
acceso a la docencia universitaria de por vida indica por sí solo la condición
abyecta de aquella dictadura.
Aunque la democracia no resultó mucho más generosa. Marías molestaba porque
su insobornable dignidad personal, el no haberse rebajado nunca a adular al
régimen en procura de alguna migaja del festín, suponía un agravio permanente
para tantos espíritus lacayos como los que, desde siempre, pueblan la cultura
oficial española. Julián Marías era independiente, de verdad, no de boquilla. Y
eso en España no se perdona nunca. Su moderación, su sensatez, su repudio del
espíritu rifeño y guerracivilista tan caro siempre a la feligresía patria, su
apuesta por la razón y el matiz frente al cojonudismo casticista, su voz
pausada en medio del griterío de verduleras ibérico, su proceder todo hizo de
su paso por esta tierra ingrata una novedad extravagante.
Es sabido, por lo demás, que en España no resulta de buen tono pensar sobre
España. Esa palabra, España, se ha berreado mucho, siempre con cierto
timbre cuartelero y algún hedor a ajo, pero poco se ha meditado en torno a ella
en nuestro tiempo. España, huelga decirlo, es un asunto de fachas. Y de ahí los
Madina y los Iceta, esos alegres aliados de sus sepultureros, que ahora mismo
habitan en las portadas de los periódicos. Por eso, resulta más inexcusable que
nunca leer a Julián Marías. Rémora última de la leyenda negra, el tópico de la
anormalidad hispana, el manido "España es diferente" sobre el que
bascula nuestro enfermizo auto-odio como nación; ese transversal desprecio
contra nosotros mismos que iguala a nihilistas de derecha e izquierda; esa
profunda ignorancia compartida acerca de lo que somos fue lo que le empujó a
componer uno de los libros imprescindibles para saber qué es España y qué somos
los españoles. Me refiero, el lector lo habrá adivinado, a España
inteligible, texto que debiera constituir lectura obligatoria en todas las
aulas del país. Siempre fue de los nuestros.
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