LA VOLUNTAD ES LO MÁS IMPORTANTE
La voluntad es la joya de la corona de la conducta, es la pieza clave para
alcanzar los objetivos concretos. La voluntad nos determina. Hay que hacer una
distinción entre dos conceptos próximos: desear y querer. Son dos pretensiones
que navegan pilotadas por nuestra conducta. La primera se mueve por los
sentimientos, mientras que la segunda es guiada por la voluntad. Desear es
anhelar algo de forma próxima, rápida, con una cierta inmediatez. Querer es
pretender algo a más largo plazo, pero teniendo el objetivo claro, bien
delimitado y en donde hay una firme resolución de alcanzar esa meta. El deseo
es más superficial y fugaz. Querer es algo más profundo y estable. Lo diría de
otra manera: muchos deseos son juguetes del momento. En cambio casi todo lo que
se quiere significa un progreso personal a medio-largo plazo.
El campo magnético que deambula entre el desear y el querer forma una
telaraña complejísima en el que ambos conceptos se cruzan, se entremezclan, se
confunden, se avasallan, entran y salen, suben y bajan, giran, se esconden y
luego vuelven a aparecer. Todo esto da lugar a una tupida red de significados,
con imprecisión a la orden del día.
Los deseos son muy importantes en la vida y tiran de nosotros en una
dirección determinada. Son importantes y le dan frescura a la conducta.
Aprender a domesticarlos indica equilibrio y dominio de sí mismo. El deseo es
siempre fuerza, impulso, tirón. Movimiento apasionado que impele y se lanza en
la dirección que el estímulo le provoca. En su seno se hospedan dos
características: necesidad e impulso. El ser humano es un animal de deseos.
Estos son fogonazos momentáneos a veces casi automáticos en donde uno se ve
arrastrado por esa marea. El deseo es el registro primario de la afectividad.
Querer es determinación, firmeza, propósito decidido, solidez en el empeño
de alcanzar algo costoso de entrada y valioso de salida. Voluntad es querer. La
contabilidad de la vida personal está hecha de reverses y aciertos. En la
ingeniería de la conducta la voluntad tiene un papel clave: es un parque
jurásico de vericuetos y puentes levadizos y caminos serpenteantes ajedrezados
por la búsqueda de algo que merece la pena.
Los deseos y los quereres se filtran por las rendijas de nuestro mundo
afectivo silbando con su energía. Hoy se considera que la voluntad es una de
las piezas claves en la arquitectura de la vida personal y es casi una segunda
naturaleza.
La educación de la voluntad es una tarea artesanal, lenta, progresiva, que
se parece mucho al orvallo asturiano, al chirimiri vasco, a la charua peruana o
a la cama chacha chilena: una lluvia fina que empapa la tierra y que cala en la
profundidad del campo. Esto se refiere a la importancia de lo que en apariencia
parece menudo y de escaso valor y que a la larga significa la costumbre de
vencerse en lo pequeño. Son batallas menores, escaramuzas de escaso relieve en
el día a día, pero que ponen de manifiesto la cultura del esfuerzo: un
entrenamiento habitual para gobernarnos mejor.
Uno de los indicadores más claros de madurez de la personalidad es tener
voluntad regia, firme, compacta, sólida, consistente, de edificio románico o
gótico. Y al revés una de las manifestaciones más evidentes de poca madurez, es
tener una voluntad frágil, endeble, liviana, vulnerable.
La clave está en fomentar lo siguiente: hacer atractiva la exigencia,
mirando fijamente al horizonte de la meta. ¿Cómo?: utilizando los instrumentos
de la inteligencia, sublevando esfuerzos, no dándose uno por vencido cuando las
cosas van mal. Elevándose uno por encima de las circunstancias adversas. Los
esfuerzos y renuncias de ahora tendrán su recompensa. Saber esperar y saber
continuar. Utilizar la voluntad sin recoger frutos inmediatos: esa es la clave.
El verdadero objetivo de la voluntad es conseguir la victoria sobre uno mismo.
Abrimos las puertas del autodominio y así no nos desviamos de la meta, nos
entregamos con ardor a la tarea propuesta.
La voluntad es la capacidad para conseguir objetivos concretos y luchar, de
forma recia, poniendo a la motivación como gran motor de la misma. El hombre
superior mira por sobreelevación, no busca lo cercano, sino lo lejano. El
hombre inferior vive aferrado a lo inmediato y busca la satisfacción pronta y
eminente.
Lo mejor es llevar a cabo lo que yo llamaría una especie de tabla de
ejercicios de gimnasia de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi
obligación; y después me aplico aquella otra tarea que me cuesta, porque sé que
es bueno para mí; y más tarde me aplico aquello otro que me es costoso, porque
sé que eso hará de mí una persona de una pieza. La costumbre de vencerme en lo
pequeño. Es esencial ejercitarse en estos vencimientos que no reportan ningún
beneficio próximo. Ahí vemos entrenamiento y aprendizaje. Hay que batirse con
uno mismo porque el enemigo está dentro y fuera y tiene distintos nombres:
pereza, apatía dejadez, abandono, cansancio de la vida o búsqueda de lo más
cómodo. Toda educación empieza y termina por la voluntad. Decían los
escolásticos que la base de la conducta está en crear hábitos positivos: la
repetición de esos actos nos hace valiosos.
No confundir entre hábitos positivos y rutina. Lo primero es la educación continuada
y, lo segundo, el comportamiento cansino, agotador y sin alma. No hay rutina
cuando se procura poner amor en lo que se hace por pequeño que parezca. Educar
no es solo conducir a alguien hacia lo mejor para sacar todo lo bueno que lleva
dentro, si no también hacer que ame el esfuerzo y que este se vea como positivo
y liberador.
Una persona con voluntad llega más lejos en la vida que una persona
inteligente. Y a la larga es una especie de llave multiuso, que vale para casi
todo.
No hago lo que deseo ni lo que me pide el cuerpo, ni lo que me apetece, ni
lo que es mejor para mí. Voluntad y felicidad forman un binomio muy estrecho.
No se hacen las cosas simplemente por placer o porque a uno le guste, sino por
llegar a lo que uno se ha propuesto. La voluntad bien educada lleva a la
realización más completa de uno mismo. La educación de la voluntad patrocina la
alegría. La voluntad nos lleva, como de la mano, a una vida lograda.
91.2016 ABC
ENRIQUE ROJAS CATEDRÁTICO DE PSIQUIATRÍA
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