3/12/13

La filosofía no da de comer, pero alimenta


En este artículo Antoni Gutiérrez-Rubí analiza algunos de los aspectos de la nueva ley de educación aprobada recientemente en el Parlamento con el único apoyo del partido gobernante. Concretamente se centra en la drástica reducción de la presencia de la filosofía en la enseñanza secundaria. “La filosofía no da de comer, pero alimenta”, es decir, la filosofía es una materia más necesaria que nunca en momentos de crisis como los de ahora porque es la materia que aporta recursos conceptuales y morales para el análisis y para la orientación de la vida. Es posible que el ataque a la filosofía tenga consecuencias sociales puesto que tiene un enorme prestigio público. Otra vez volvemos a ver cómo la filosofía es vista como inútil y seguramente como peligrosa por el poder político. Lo que ha hecho ahora el PP, el partido gobernante, es lo mismo que hizo hace unos años el PSOE entonces en el gobierno.

Wert, Rajoy y la filosofía
La decisión de Mariano Rajoy de aprobar, con el único apoyo del PP, la reforma educativa presentada por el ministro Wert marcará definitivamente la legislatura y la suerte del Presidente. (…)
Hay un punto de la Ley que, por su importancia simbólica y pedagógica, puede ser además de un pésimo cálculo político para quien la ha impulsado un grave error educativo. Me refiero a la reducción de las horas de filosofía que, junto a la mutilación de las Artes, ofrece un panorama desolador para el pensamiento y la creación, imprescindibles para la formación y la conciencia cívica y democrática, y que coincide con la ofensiva contra las libertades, en especial las de pensamiento y opinión, que hemos conocido estos días en la primera versión del proyecto de Ley sobre Seguridad Ciudadana.(…)
Wert cree que nadie llorará por esta contundente laminación de las materias del espíritu. Pero tengo la impresión que en la sociedad española la reputación de la filosofía, y su proyección en el imaginario colectivo, son mucho más relevantes que su conocimiento, su comprensión, su uso y la percepción de utilidad. La filosofía no tiene capacidad movilizadora para llenar las calles y las plazas en su defensa, todavía. Pero como la música, por ejemplo, tiene una profunda significación de valor en la percepción de los ciudadanos. Y un valor moral incuestionable. Las resistencias serán diversas, como ya anticipó Fahrenheit 451, novela del escritor estadounidense Ray Bradbury. En esta obra maestra, los bomberos tienen la misión de quemar libros ya que, según el Gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia; y, al leer, las personas empiezan a ser diferentes, creativas, libres, cuando deben ser iguales, neutras y resignadas. Gana la resistencia.
Los problemas materiales de nuestra sociedad son graves y contundentes. Es difícil pensar cuando se sufre. O, al menos, pensar en positivo. Pero pensar y crear precisamente son imprescindibles para recuperar el control y el protagonismo vital de nuestros destinos cuando las cosas se tuercen, se encallan o se rompen. Sin filosofía, no hay anclajes interiores, mástiles íntimos sobre los que construir las convicciones y las seguridades personales en tiempos de zozobra o convulsión. La filosofía no da de comer, pero alimenta.
Con la agresión a la filosofía (y las Artes), el PP muestra una concepción de la educación y, también, de la vida pública y de la política. Este punto es central para poder evaluar el coste de imagen y quizá electoral que puede tener esta disparatada medida. La filosofía es un indicador moral, además de una disciplina o un conocimiento. Y, por ello, la ofensiva de Wert puede no tener reacción inmediata, pero sí un coste estético y ético.
Aristóteles, hace más de 2.000 años, escribió La Política, su gran obra de filosofía política o la «filosofía de los asuntos humanos» y «las cosas referentes a la polis». Una obra y un autor que nuestros alumnos, seguramente, no conocerán. Sin filosofía en las aulas, la educación sobre la íntima relación entre comportamiento y resultado se debilita. Es decir, la responsabilidad. Y, con ello, la construcción de la ciudadanía individual y colectiva. Wert y Rajoy han impuesto una Ley con autoridad parlamentaria, pero han perdido, creo, muchos jirones de legitimidad democrática.
Antoni Gutiérrez-Rubí | 01 dic 2013

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