9/12/10

Hawking y Mlodinow. The Grand Design. Sin noticias de Dios.



Muy interesante artículo sobre el debate filosófico y científico sobre la existencia o no de Dios. El autor resume algunas de las ideas que se defienden en la obra The Grand Design, de Hawking y Mlodinow. En este libro los autores afirman que actualment la Ciencia ya puede demostrar que Dios no existe : el Universo se explica por sí mismo. El autor contrapone esta idea a la idea de un gran diseño o inteligencia superior defendida por autores com Einstein, Newton o Aristóteles. Este artículo es un buen recurso para familiarizarnos con el debate filosófico y científico sobre la existencia o no de Dios, sobre la opinión de importantísimos pensadores sobre el tema y sobre las  diferentes actitudes que podemos tomar en relación a la creencia o no en Dios.


THE GRAND DESIGN. SIN NOTICIAS DE DIOS

La polémica continúa. Hace unas cuantas décadas, en una carta a su colega Niels Bohr, Albert Einstein afirmó: "Dios no juega a los dados". No era la primera vez que utilizaba esta metáfora. Bohr le respondió que dejara de decirle a Dios lo que tenía que hacer.
Einstein ponía en duda la incertidumbre en el comportamiento de la materia que postulaba la física cuántica. No había nada errático o aleatorio. Simplemente, no conocíamos las variables ocultas. Luego añadió: "A través del universo incomprensible se manifiesta una inteligencia superior infinita".

Einstein estaba entre los genios persuadidos de que había un "gran diseño" tras la Creación. Stephen Hawking, el gran físico británico, y el no menos brillante Leonard Mlodinow acaban de negar esa posibilidad en un libro que estimulará una enorme (y bienvenida) discusión. Se titula, precisamente, The Grand Design, y, a juzgar por los cables, en sus páginas se postula que las pruebas que aporta la física actual demuestran que Dios, esa inteligencia superior a que se refería Einstein (y Aristóteles, y Newton), no existe. El universo se rige por leyes que no tienen nada de divinas y la materia se transforma en el tiempo como consecuencia de fenómenos que ocurren sin que haya un plan o una voluntad superior. No sólo Dios no existe, sino que los dados juegan solos, impulsados ​​por una fuerza ciega e inconsciente que genera la vida -la nuestra y la de los 208 virus de resfriado- como provoca ciclones, expande las galaxias en el espacio y crea universos incesantemente.

En realidad, Hawking y Mlodinow tampoco demuestran nada de una manera definitiva. Afirmar que Dios no existe, pero sí la Ley de Gravedad o la selección natural de las especies, nos precipita inmediatamente a una pregunta: ¿y de dónde salieron esas leyes?
¿Por qué la luz viaja a una velocidad constante?
¿Cómo y cuándo se forjaron las reglas que afectan a la materia y a la vida? De acuerdo: hace unos cuantos miles de millones de años se produjo el Big Bang, la gran explosión primigenia que dio origen a nuestro universo (parece que hay otros), pero este fenómeno sucedió con arreglo a unas leyes preexistentes: cómo se formularon? Hay, por supuesto, una respuesta perfecta, que es, también, una perfecta tautología: la materia sólo puede existir si hay leyes que le dan forma. La existencia de moléculas y de un mundo subatómico presupone un orden. La materia, afirman, y las leyes que la gobiernan han existido siempre. Sin embargo, estas reglas que han existido siempre no se aplican rígida y uniformemente. En el universo no hay una inevitable relación causa-efecto: el azar tiene un papel central en los cambios materiales.

Mi impresión es que, si bien el primer libro de Hawking, Una breve historia del tiempo, publicado en los años ochenta, donde admitía la posibilidad de la existencia de Dios, reforzó el bando de los creyentes en el mundo académico, este de ahora, más que aumentar el número de los ateos, reforzará el de los agnósticos, ese creciente porcentaje de personas escépticas, melancólicamente incapaces de asegurar ni de negar la existencia de Dios porque no tienen elementos de juicio para emitir una opinión definitiva basada en la razón, mientras tampoco gozan de las certezas que emanan de una fe religiosa.

Si esta es la consecuencia de The Grand Design, bienvenida sea. En un mundo tensado por los fundamentalismos religiosos, en los que abundan los gobernantes y líderes políticos convencidos de que conocen las intenciones de Dios, lo que los hace peligrosamente belicosos, es muy saludable que proliferen quienes, humildemente, declaran no saber casi nada.

Libertad Digital 09/12/10 Carlos Alberto Montaner

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